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á
los penitentes, haciéndoles creer que tenemos
ü~encion
de absol–
verlos, en el acto mismo que proferimos la formula sacramental;
ó
que no sabemos lo que nos decimos') cuando con toda gravedad y
poseidos de un santo temor por la tremenda responsabilidad que
pesa sobre nuestra conciencia, ejercemos el acto mas sagrado de
nuestra divina Religion y
pronunciam.os las palabras mas santas del
Evangelio en nombre del Dios tres veces santo. Ese lenguaje solo
se emplea cuando se trata de bandidos, locos ó muchachos malcria–
dos, que juegan
y
engañan habitualmente. ¿De dónde pues
esas
inmensas
y
continuas ·incertidumbres
en los penitentes? Por esta
parte no puede desearse mayor seguridad; y no eg menor la en que
descansa el cristiano que se cont1esa, con respecto
á
la certidumbre
moral de su contricion y demas disposiciones necesarias para la
digna
y
fructuosa recepcion de este santo sacramento. El es testigo
de lo que pasa en_ su corazon :todo hombre racional sabe') si ama ó
detesta los pecados de.que se acusa ; sabe que
Dios~
fiel en sus
promesas, no niega la gracia de la contricion necesaria al que se la
pide ó hace. de su parte lo que le corresponde para ,conseguirla.
Aun cuando su contricion no llegue
á
ser perfecta, sabe que la
atri–
cion,
mucho mas facil de conseguirse que la
contricion perfecta,
es
una disposicion suficiente para ser justificado en la recepcion de este
sacramento (1). Y esta es una de las inmensas ventajas') que trájo
la ley de gracia
y
que hace mas facilla salvacion en ella, que en la
antigua, como _ya hemos probado.
No.esla Iglesia Romana la que anula la redencion de Jesucristo
por el dogma de la confesion, como le acumula .el Dr. De Sanctis
con los seudo-reformistas (2). Son estos maestros del error los que
la inutilizan y la cubren de ignominia, cegando las fuentes legiti–
mas por donde el mismo Redentor del mundo quiso que se comu·
nicára á los hombres; constituyéndola
franquicia del crimen
con
(i )
Conc. 'l'r·id.,
scss.
! 4. -
(2)
Ensayo,
cap.
VII,
pag.
o9.