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301-

á

los penitentes, haciéndoles creer que tenemos

ü~encion

de absol–

verlos, en el acto mismo que proferimos la formula sacramental;

ó

que no sabemos lo que nos decimos') cuando con toda gravedad y

poseidos de un santo temor por la tremenda responsabilidad que

pesa sobre nuestra conciencia, ejercemos el acto mas sagrado de

nuestra divina Religion y

pr

onunciam.os las palabras mas santas del

Evangelio en nombre del Dios tres veces santo. Ese lenguaje solo

se emplea cuando se trata de bandidos, locos ó muchachos malcria–

dos, que juegan

y

engañan habitualmente. ¿De dónde pues

esas

inmensas

y

continuas ·incertidumbres

en los penitentes? Por esta

parte no puede desearse mayor seguridad; y no eg menor la en que

descansa el cristiano que se cont1esa, con respecto

á

la certidumbre

moral de su contricion y demas disposiciones necesarias para la

digna

y

fructuosa recepcion de este santo sacramento. El es testigo

de lo que pasa en_ su corazon :todo hombre racional sabe') si ama ó

detesta los pecados de.que se acusa ; sabe que

Dios~

fiel en sus

promesas, no niega la gracia de la contricion necesaria al que se la

pide ó hace. de su parte lo que le corresponde para ,conseguirla.

Aun cuando su contricion no llegue

á

ser perfecta, sabe que la

atri–

cion,

mucho mas facil de conseguirse que la

contricion perfecta,

es

una disposicion suficiente para ser justificado en la recepcion de este

sacramento (1). Y esta es una de las inmensas ventajas') que trájo

la ley de gracia

y

que hace mas facilla salvacion en ella, que en la

antigua, como _ya hemos probado.

No.es

la Iglesia Romana la que anula la redencion de Jesucristo

por el dogma de la confesion, como le acumula .el Dr. De Sanctis

con los seudo-reformistas (2). Son estos maestros del error los que

la inutilizan y la cubren de ignominia, cegando las fuentes legiti–

mas por donde el mismo Redentor del mundo quiso que se comu·

nicára á los hombres; constituyéndola

franquicia del crimen

con

(i )

Conc. 'l'r·id.,

scss.

! 4. -

(2)

Ensayo,

cap.

VII,

pag.

o9.