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2Hl1 -

tarse de él,

y

en tltttar de compl <tcer

á

su eterno Bienhechor con la

observancia de sus preceptos y la practica de ]as

virtudes~

todo eso

no le puede ser .indiferente á la razon, la deja poseida de un cierto

estupor porque nada hay mas filosofico, ·mas filantrop1co, ni mas·

moral. Solo la razon protestante que se complace en hacer

á

Dios

i'nsen5ible

á

todo ultráge

é

indiferente

á

los crímenes del hombre,

que ni siquiera se los imputa; sola la fria razon protestante que

1

sostiene el principio

inmoral~

que el delito por enorme que sea no

es merecedor de ninguna especie de

castigo~

mortificacion ó peni–

tencia, y que las acciones humanas por puras

y

virtuosas que sean?

no son meritorias, ni necesarias para la eterna salvacion; solo esta

sin razon,

decíamos, podia ver en la naturaleza del sacramento de

la Penitencia algo opuesto á

la sana razon.

Y sin embargo, nuestros señores se apellidan

racionalistas,

ev~n­

gelicos!

¿Habrán Jeido la sagrada Biblia, esos hombres? que miran

con la sonrisa en los labios las mortificaciones y las penitencias,

que practican los catolicos, como expresion n.atural del sincero

arrepentimiento de nuestras culpas, y en ·cumplimiento de la parte

integral del sacramento de la Penitencia, á que las sujetamos con

la confesion para merecer su absolucion? Si no la leyeron, su igno_

rancia nos pr•ovoca

á

lástima;

y

si la han siquier.a sa ludado, su

sonrisa ironica recae contra Dios legislador soberano, que en todo

tiempo ha ordenado la práctica de las penitencias en expiacion de

los pecados. La cómoda

á

la par que arbitraria interpretaeion

pro~

testante, de que la palabra

pcenitentia.,

en el sentido divino escritu–

ra!., no signifiee

p~nitencia.,

ó sea: ·maceracion corporal por los.

ayunos, c.i1icios

y

ot.ras austeridades, acompañadas de la

con~esion

de los pecados, cual expresion ·del arrepentimiento del alma por

ellos

y

su expiacion condigna (

1).,

recibe un mentís y reprobacio:n

solemne de la autoridad de la sagrada Escritura. Efectivamente, en

(1) De Sanctis,

Ensayo,

prefaci0, pag_. 7

y

en

otros _lugares,