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Acabamos de dar cima

á

la demostracion del iogma de la confe–

sion sacramental,

y

al dirigir una mirada retrospectiva

á

nuestro

trabajo, el sentimiento catolico se llena de satisfaction al ver ese rico

caudai de recursos, con que la Iglesia sostiene sus creencias :

Testi–

monia tua credibilia (acta

s~nt

nimis

(

1)

f

El antiguo

y

el nuevo Tes–

tamento, la historia profana

y

la historia eclesiastica, la filosofia

y

la

teología, la sabiduría heretica

y

l.a sabiduría cristiana, la raz0n

pro~

testante

y

la razon catolica, la incredulidad

y

la fe, la lógica

y

el

sentido comun están perfectamente de acuerdo en reconocer en la

confesion de los pecados hecha

á

los sacerdotes, una institucion di–

vina que moraliza los pueblos

y

santifica las almas. Una afeccion

de lastima

y

compasion hácia nuestros hermanos separados se apo–

dera de nuestro corazon, al ver la sencillez de su credulidad sedu-

. cida par la mala fe de sus predicantes. Les hablan·del Evangelio,

y

el Evangelio los condena, los alhagan con la supuesta doctrina de

los Paqres

y

de los Apostoles,

y

.Jos Apostoles

y

los Padres son sus

verdaderos jueces que los anatematizan; los deslumbran con los

nombres

de historia, ·de practica de la primitiva Iglesia; siendo así

que la historia veridica de todos los siglos

y

la práctica constante de

toda la Iglesia desde los tiempos apostolicos son los fiscales que les

afrontan

y

reprochan su audaz temeridad

y

mentiroso procedi–

miento. ¿Y todavía habrá hombre racional, que dé

o

ido á las des–

templadas voces de esos fanáticos declamadores, que llaman

á

la

confesion .sacramental

invencion de los clerigos

y

monjes, tiranía

papal, despotismo romano?

Ah! no es asi como se impone

á

los

hombres. Si no hubieran oiras pruebas, solo el buen sentido recha–

zaría hasta

la posibi.lidad

de esa impostura. Si esto fuera asi, ¿seria

posible que los clerigos, los monjes, los obispos

y

los Papas de to–

dos los siglos se hubiesen sujetado ellos mismos

á

esa invericion,

á

esa tiraniá,

á

ese ·despotismo?

Porque al fin son ellos mismos los

(t)

Ps.

92.

1

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