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Pedro Chrisologo, San Maximo

y

otros Santo\ Padres de aquella

época, que no eran menos celosos del cumplimiento de los precep...

tos divinos, ni menos amantes de la salud de su alma.

No solamente creian los fieles de los primitivos tiempos obliga–

torio el precepto de la Confesion sacramental cuando

s~

hallaban

en los umbrales de la muerte, sino que lo cumplían tambien cuando

amenazaba algun peligro de ella. El mismo San Agustín nos

re·

fiere, como testigo ocular; el seguiente hecho :

<e

Cuando la inva–

»

sion de los Vandalos,

exterminador~s

de los Cristianos, era inmi..

»

nente, ni babia lugar

á

la fuga, la multitud de los ciudadanos

» .

venia

á

la Iglesia para prepararse

á

los peligros. Los catecume–

»

nos pedian el bautismo, ·los penitentes públicos (ya confesados)

>>

la absolucion

ó

reconciliacion, los otros fieles, sin excepcion de

»

sexo

y

edad, la }:>enitencia;

to~os

solicitaban el consuelo

y

la ad–

»

ministracion de los Sacramentos. Ahora pues, si eh este lance

>>

no hubiesen existido los Sacerdotes sus ministros, ¿que fatal

»

ruina no se seguía

á

aquellos, que murieran

ó

sin el bautismo

»

regenerador

ó

sin la absolucion sacramental? Cuan grande aflic•

»

cion no siente la tierna Madre por sus fieles, la cual por esta

>>

causa se ve privada de verlos con ella en el éterno descanso?

Thla~

IJ

si sus Ministros están presentes, con las fuerzas que el Señor les

Aurelio

y

los demas Obispos del Concilio VI cartaginense fue excomulgado

y

que mu–

rió en la excomunion? Contesta nuestro

pob~·e

proscrito,

ó el ttaductor que puso

la.

mano en las notas del

Ensayo:

«

Consta de una carta del Papa Bonifacio

JI

;l

Eu–

»

lalio obispo de

A

lejandria, que trae Lahbe.

»

Pero, Señor Doctor, ¿porqué oculta

V:

tt

sus lectores, que Labbe mismo con otros eruditos dice,

qu~

esa carta-es apocrifa

et falsissima,

es un contrabando del impostor Isid.oro Mercador (Labhc,

Conc.,

tom.

V,

col. 826, edit. Coleti)? Los escritores mas versados en la historia prueba,n con la res–

petuosa Epístola de San Agustín al Papa Bonifacio

I,

con la Epístola sinodal del mis–

mo Concilio VI cartaginense firmada por Aurelio, etc., en que dicen los PP. al Papa

,

San Celestino:

Dominus noster Sanctitatem vestmm cevo longiore omntern

PHO NOBIS

CUSTODIAT,

Dornine {1·ate1·;

con las cartas de S. Celestino, S. Leon, S. Gregorio,

y

de mas Pontífices,

y

con todos los monumentos historicos prueban, decíamos,

que en ligera divergencia entre la Santa Sede

y

aquel Concilio, motivada de la

diversidad de Codices de los Canones de Nicea, con respecto

a

las apelaciones, ja–

mas se interrumpió la paz ó' la. comunion entre ambos,

ni jama· el

Conc~lio

púH.I"ó

el respeto,

ni

negó

la

ohecliencia

á

la

Silla

Apostolica,