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165-

entre los Padres

y.

Doctores de su siglo, fueron Origenes, San

Dw–

nisio

~e

Alejandría Y.San Cipriano. Origenes discípulo de Clemente

de Alejandría

y

presbitero, que asombraba al orbe con

la

1nuititud

de sus escritos, se declaró predicador constante

y

entusiasta encare–

cedor de. la institucion moralizadora; y se hallarán pocos teo-

. logos romanos modernos que, como

él,

hayan

proba~o

con tanta

fuerza su origen y precepto divino') sus requisitos elementales,

y

sus ventajas.

El

Señor De Sanctis, sin duda porque sus ocupa–

ciones ·políticas no le dejaron tiempo paré). ojear todas las· obras de

· este Padre,

ha

reducido toda la doctrina del filosofo-teologo cristia–

no de

Alejandría, relativa á nuestro proposito, en estas lineas :

«

Ha sido una disciplina.muy antigua la de confesar á Dios los pro–

»

pi

os

pecados...

A

esta confesion deben referirse muchos pasajes

)l

de los Padres antiguos, .quienes querían · recomendar ·su necesi–

))

dad: así Orígenes el) la primera homilía sobre el salmo

37

dice:

1)

-

Despues de cometido elJJecado es preciso confesarlo.

Sí se to-

) man estas

palab~as

aisladas, estarían bien aun en la boca 'd_e un

»

Sacerdote de nuestros días; pero si se sigue leyendo, se verá

>>

que Origenes explica su maxima corí el ejemplo de David y del

»

publicano, quienes no confesaron sus pecados al Sacerdote, sino

»

á Dios,

y

obtuvieron el perdon.

De~pues

prosigue

~e

e.ste modo:

))

A .

.'qu.ello en que he faltado con deseos

y

con acciones lo presento ante

))

a, y

en rrús oraciones lo pongo en tu presencia: mi gemido no está

)

f1culto ante

tí.

'Adonde

est~

aquí. la Confesion. auricular (f)?

».

Cualquiera que lea estas lineas del

Ensayo,

creerá que aquí

hable la buena fe,

y

que .Origenes nada mas haya escrito con res–

pecto á la Confesion, que esas pocas palabras que nuestr0 adversa- .

rio acaba de relatar.

Pero~

cuan

m.endaces filii hominum in stctteris

suis (2)

!

si leemos por entero

~a

susodicha homilia primera sobre

el sahno .37, queda uno aturdido al ver las fraudulentas medidas

(:1)

Ensayo,

cap.

5,

p:

47. -

(2)

Psal.

6i,

v.

iO.

/