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ligrosos debates, te convida
é
invoca mi debi–
lísimo corazon. Acuérdate , Santísima Ma–
dre mia, del prodigio que ejecutaste en Gel–
dría, ciudad de los Estados de Flandes. Cer–
cóla un egército formidable de Holandeses, el
gobernador que se hallaba sin fuerzas para re–
sistir el asedió, con unos pocos soldados cor–
rió veloz á tn iglesia
y
arrojando á tus pies las
llaves de la ciudad en voz alta te dijo: "Oh
"María! socorro de los católicos , sed á Gel–
"dria salud en los peligros." Al punto comen–
zó á llover desaforadamente el cielo:
y
tu mis–
ma, del Dies de los egércitos Adalid Divina,
te apareciste en el aire con una espada en la
mano , capitaneando un egército de mas de
veinte mil soldados armados
y
con vanda ro–
ja, para mostrar 'fue todos eran martires de
Cristo
y
mejores príncipes de la Sangre:
y
mi–
rando con enojado semblante á los hereges,
cubrió tal terror sus corazones, que sin espe–
rar de tu espada el amago, te rindieron contra
su voluntad el triunfo, desampararon con ve–
locidad el sitio,
y
calzándoles alas su miedo,
para huir mas á prisa de tu dura presencia, te
dejaron á vista de los muros todas las armas,
víveres
y
marciales aprestos. Ea, pues, va–
lerosa María! Como venciste á estos here–
ges, vence tambien
á
mis enemigos invisibles.
A ellos Señora. Sepan todos que eres mima–
dre, mi tutela
y
mi amparo:
y
que no sin mis-