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dos veces. Quiso arrojarse al mar con el Es–
capulario al cuello, y reparó que lo sujetaban
y detenían con él, como si lo tirasen con una
soga: y volviendo el rostro
á
ver quien lo tira–
ba: vió, oh felicísima ventura! te vió
á
tí, oh
Madre dulcísima! que con una mano lo suge–
tabas, tirando el Escapulario y que con la otra
]e traías la perdida alhaja : "Hijo, (le dijiste),
''sino me sirvieras vistiendo mi Escapulario,
''te vieras ahora perdido en el agua. No de–
''jes mi devocion. Toma la alhaja de tu Se–
''ñor :
vet~
en paz y confiesa tu pecado con
''mucho dolor." Oh María! toda misericor–
dia, toda caridad, que sin aceptacion de per–
sonas, derramas por todos tu dulce amor. No
]e embarazó
á
estp pobre esclavo su bajeza
para que le favore'tieses con milagros; antes
si es costumbre de tu noble corazon, ser mas
pío con los infelices desvalidos. A tí , pues,
... recuáo yo por mi remedio. Al cielo, al cie–
lo tirame de tu Escapulario, mi querida Ma–
dre; y especialmente cuando la tiranía cruel
de mis pasiones me quiera1.1 precipitar
á
los
abismos. Asi lo espero, con lo particular que
te suplico. Amen.
OCTAVO DIA.
ORACION.
O ciudad mística de Dios, de quien se han
dicho cosas gloriosas. A quien la Trinidad