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[ 46 ]

., iglesia universal;

y

ú fe que esta no es un reino; una

corte, ni un principado terrestre. Los príncipes han

dado

á

la corte de Roma territorios, señoríos

y

prin–

cipados; pero todo esto es de institucion humana,

que nunca puede confundirse con la institucion divi–

na: porque no cabe identjdad entre un estado tem–

poral

y

un estado esp iritual. Los tesoros

y

grande–

zas materiales pueden perecer juntame nte con los

imperios de este mundo; pero la institucion divina

sobrevivirú siempre

á

toda catástrofe,

y

no perecerá

nunca: tan grande es la diferencia que media entre

. ambos objeto's! La distancia es como del

~ielo

á la

tierra. Los inte1'eses de la iglesia son absolutamen·–

te espirituales;

y

su fin no se dirige sino á la salva–

cion· de las almas en honra

y

gJoria cte Dios.

Lo~

medios que emplea, son el ministerio de la divin a

palabra, la administracion de los sacracnentos, la vi–

gilancia sobre la conducta del rebaño, el esmero en

conservar la pureza de la fé

y

de las costumbres,

y

por

consiguiente el cuidado de proscribir todo error, to–

do abuso, todo desórden en el gobierno

y

disciplina

establecidos por Jesucristo,

y

de emplear contra los

desobedientes incorregibles penas puramente espiri–

tuales. La naturaleza pues de los objetos, el fin

y

los medios, todo concurre á establecer la diferencia

mas sensible entre la iglesia de Roma, y su corte ci:-·

vil

y

política. Luego es un error grosero atribuir

á

la santa sede J.o que seio es obra del poder temporal ,

ó

bie n de la corte civil de Roma .

.

§.

IV.

Es menos comun y mas di<Cícil confundi·r la corte

política de Roma con la sede apostólica; y mas fre–

cuente

y

general el. error -de identificar la curia ecle–

siástica con la santa sede, á causa de la mayor ana–

logía que entre estos dos flltirnos objetos aparece.