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., iglesia universal;
y
ú fe que esta no es un reino; una
corte, ni un principado terrestre. Los príncipes han
dado
á
la corte de Roma territorios, señoríos
y
prin–
cipados; pero todo esto es de institucion humana,
que nunca puede confundirse con la institucion divi–
na: porque no cabe identjdad entre un estado tem–
poral
y
un estado esp iritual. Los tesoros
y
grande–
zas materiales pueden perecer juntame nte con los
imperios de este mundo; pero la institucion divina
sobrevivirú siempre
á
toda catástrofe,
y
no perecerá
nunca: tan grande es la diferencia que media entre
. ambos objeto's! La distancia es como del
~ielo
á la
tierra. Los inte1'eses de la iglesia son absolutamen·–
te espirituales;
y
su fin no se dirige sino á la salva–
cion· de las almas en honra
y
gJoria cte Dios.
Lo~
medios que emplea, son el ministerio de la divin a
palabra, la administracion de los sacracnentos, la vi–
gilancia sobre la conducta del rebaño, el esmero en
conservar la pureza de la fé
y
de las costumbres,
y
por
consiguiente el cuidado de proscribir todo error, to–
do abuso, todo desórden en el gobierno
y
disciplina
establecidos por Jesucristo,
y
de emplear contra los
desobedientes incorregibles penas puramente espiri–
tuales. La naturaleza pues de los objetos, el fin
y
los medios, todo concurre á establecer la diferencia
mas sensible entre la iglesia de Roma, y su corte ci:-·
vil
y
política. Luego es un error grosero atribuir
á
la santa sede J.o que seio es obra del poder temporal ,
ó
bie n de la corte civil de Roma .
.
§.
IV.
Es menos comun y mas di<Cícil confundi·r la corte
política de Roma con la sede apostólica; y mas fre–
cuente
y
general el. error -de identificar la curia ecle–
siástica con la santa sede, á causa de la mayor ana–
logía que entre estos dos flltirnos objetos aparece.