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tiranizado por la corte. ¡Cuantos pontífices sabioii
deploraron los abusos de la de Roma sin poder re–
mediarlos! ¡Cuantos papas celosos tuvieron valor de
emprender la reforma,
y
fueron detenidos por las al–
haracas, alborotos y persecuciones de su curia! ...
Luego es evid ente que cuando esta se nombra, no
siempre se
entiend~
comprendida en ella la persona
del papa; aunque los curiales tienen siempre buen
cuidado de interesar y comprender bajo la misma fra–
se, no solo al papa, sino tambien
á
la santa sede y
á
1~;~
iglesia de Roma, para guarecerse con tan respeta–
ble autor dad, y poder mas fáci lmente de este modo
. hacer odiosos
á
aquellos que por celo de la casa del
Señor censuran á veces los abusos de la curia ro–
mana.
§.
m.
Saber si la corte de Roma debe confundirse con
la santa sede
á
punto de formar una sola cosa es
cuestion harto fácil de resolver. Primeramente, la
a0rte de Roma, consid erada civil y políticamente, no
puede de seguro · llamarse santa sede, siendo bajo
aquel
conc~pto
una potencia temporal, semejante
á
todas las demas de la tierra. La santa sede, fundada
por el .hijo de Dios cuando dió
á
Sll.llBeclt·o la prima–
cía sobre los otros apóstoles, es al contrario ' un ob–
jeto puramente espiritual y eclesiásLico. Lejos
c.leha–
ber constituido Jesucristo á su iglesia Oila po
tencia
temporal, pl'otestó solemnemente que ella, es decir,
su reino, no es de este mundo: estableció un gobier-.
no á la verdad; pero con advertencia expresa
á
sus
discípulos de que no debía asemejarse
á
la domina–
cien de los reye¡¡ de la
tier~:
lu ego el imperio y la
iglesia son dos objetos esencialmente distintosi La
primera sede del mundo, la primera iglesia. entre
todas, es como ellas de
la
misma naturaleza que
la