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iglesia el esp,íritu. de orgullo y dominacion, de qu,e .
,hablo en el pa rrafo XI de este ca pít):l lo. Pe ro los
abusos no pu eden nun-ca cambiar con su duracion la ·
natura leza de las c0sas, ni el órden indestructible es–
tablecido por Jesucristo. E l obis po no h abla ·
á
nom–
bre de s u igl esia, si' no habl a .de acuerd o con el cle–
ro que la compone . Este clero le constituyen todos
cuantos ti enen derec ho de as istir al sínodo d iocesa–
no. El obis po por sí so lo no re presenta siempre
s~
cle ro, que no puede tampoco se r represe ntado por la
cu ri a e piscopal, la cual reunid a a l pre lado no for–
ma con él mas de un m\smo y ún ico objeto. Luego
el juicio del obispo á la cabeza d e s u consejo privado,
asi como la decision de s u curia ratificada por él,
nunca se rán en sí mismos un a deci sion ni un juicio
de su . iglesia ó de su sede.
§.XV.
Aplicando lo que acaba de decirse á la santa sede
ó
a l pontífice romano, fác il se rá d ete rminar cua ndo
habla el papa en no
re de la iglesia de Roma, y
cuando su juicio es
misma cosa con el de la se-
de apostó lica. La ig sia particul ar de Roma, como
cualqui e ra otra ig lesia, se compone del cle ro, es de–
ci r, del cabildo catedral y de otros cabildos, de los
curas de la ciudad y de los campos, y de tocios aqu e–
llos
á
quienes está encomendada la enseñ anza pú–
blica , con el papa á la cabeza, que es el obispo de
la iglesia romana. Luego un a vez demostrada la ce r–
teza de que el obispo no habla á nombre de su igle–
sia, s ino c uando la ha consultado y ell a se ha expli–
cado s ufici ente mente, es constante que el papa no
representará la iglesia romana, sino cuando haya
cons ultado
y
pronunciado su j uicio de acuerdo con
el clero; es decir, con todos aquell os que tien en de–
recho de asistencia al sínodo diocesano. Entóoces,
l