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y

solo entúnces, se dirá

qu~

el juicio.del papa es el

de ·la iglesia roman a

y

-de la sede apostólica; porque

el suyo particular, aun asistido de su consejo priva–

do, nun ca será por sí mi smo juicio de la iglesia, sino

del gefe. Este punto, de suyo fácil y se ncillo, se com–

plica y aparece intrincado á causa de la diversidad

de tribunales erigidos en Roma, y de las rel aciones

que esta capital debe tener con todo el mundo cris–

tiano: por lo mismo necesita de mas ámpli a explica–

cion, á la cual me -dedicaré en el di scurso de esta

obra, procediendo en el mi smo órden que hasta aquí,

á fin de poder formarnos una idea clara y precisa de

la santa sede.

CAPITULO Ill.

Idea de la CfJrte de Roma, del colegio de ca1·denales

y

d~

las

congTegaciones 1·omanas.

,

§.

I.

Tiene el papa, como cualquiera otro obispo, su cu–

ria compuesta de oficiales, consejeros privados

y

mi–

nistros ; pero por cuanto á

m~s

de obispo

y

cabeza

de una iglesia particular, -es de muchos siglos

á

estiil

parte príncipe temporal

y

soberano de un extenso

territorio, la corte de Roma es de dos especies, ·y

presenta dos conceptos diferentes.

El

papa, como

gefe

y

príncipe de un estado civil, con sus oficiales

togados y militares, constituye la que se llama ab–

soluta y sirnplemente corte de Roma; corte tempo–

ral, civi l y política, como la de los demas monarcas.

El

papa, como obispo de la ciudad de Roma y ca–

beza vi sibl e de la iglesia universal, rodeado de cierto

número de eclesiásticos, es decir, de

algu~:~os

carde-

' nales, de sus teólogos

y

canonistas, de sus congre-