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y -los diáconos se mantenj~n en pie; y todos estos
jueees con su _pr-elado á la cabeza decidían los nego–
cios en comun, y pronunciaban el juicio despues de
un maduro exámem . Esto es lo que se llamaba juicio
de la sede, ó juicio de la cáted'ra, porque el obispo no
subía á ella sino cuando se hallaba pr~sente todo el
y juzgaba de concierto con él; significándose
p0r aquella expresion la ceremonia con que el obis–
po había pronunc~ado el j•uicio de acuerdo con su
iglesia. "El libro de las constituciones apostól-icas,
dice Fleuri en el discurso citado, escrito antes del
fin de las persecuciones, nos repr,esenta al obispo en
medio de los sacerdotes, . á la manera .de un magis–
tmdo asistido de sus eonsejeros: los · diáconos se
manten.ian en pie como oficiales ministeriales de la
ju:;;ticia." He aquí los presbíteros en las funciones
de su ministerio con él prelado á la cabeza: he aquí
la sede del obispo: he aquí la .iglesia. Pues como
el obispo cuando se trataban negocios de la iglesia
no subía á su cátedra sino á presencia y en medio
del concurso de todo su clero, que juzgaba y decidía
ju·ntamente con él, la e,xpresion de decidir ex cathe–
dra se empleó justamente para significar un juicio
pronunciado por el obispo de acuerdo con su iglesia.
Pero el tiempo que nas ha conservado esta expre–
sion , ha viciado su primitivo y esencial sentido. Cier–
tos papas, deci"a el cardenal de Florencia, que gober–
naron la iglesia, antes á la manera de príncipes ter–
restt·es, que á imitacion de los se han pues–
to en posesion de no cel'ebrar concilio, lo cual ha
acarread·o una infinidad de males. Segun este siste–
ma, decidían por sí solos l0s negocios de la iglesia,
bien que guardando ciertas apariencias, como la de
subir á la cátedra, y '!'lmpleando algunas otvas for–
m.alida.des al tiempo de pronunciar su d·ecreto. Pero
como por ello el clero que constituy:e la igles'ia de
Roma dejó ya de asistir y de tener parte en sus· jui-
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