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la iglesia latina,
á
los curas de. todas las ciudades
episcopales; y tambien los del campo fueron llama–
dos cardinales ó principales de sus iglesias, pam di s–
tinguirlos, eomo dice Fleuri, de los demas sacerdo–
tes que no subsistían fijos en las iglesias que ser-·
vian,. y que el obispo enviaba
á
el'las solamente por
algunos días, Con este nombre se quería significar
que los sacerdotes ca.rdinales se fijaban para siem–
pre e n
SU
título Ó en
S.U
iglesia, como ]o está un á
puerta en los quicios
(
cm·d-ina)
sobre que gira. En
tiemp.o de san Gregorio esta manera de expresarse
era comun e n toda la iglesia latina; pero en lo su–
cesivo el titul0 de sacerdotes cardinales se dió par–
ticularmente á los curas de la ciudad, para distin–
guirles entre los dernas de la diócesis; -y por último
.hasta los de las cjudades dejaron perder aquella de–
nominacion, que conservaron siempre los de Roma.
Luego el colegio de cardenales era en su orígen el
verdadero clero de Roma.
§.
VII.
Con el tiempo han sido muchas y grandes las al–
teraciones ocurridas en éste <:.9legio. . Distinguido
por !'os papas con singulares prerogativas, y revesti–
do de un brillo ex.J;raot:dinario que deslumbra
á
la
mtichedumbre, los prelados de todas las naciones lle–
garon
á
ambicionar el título de cardenal de Roma;
con lo cual se hán extendido por todo el· mundo catÓ··
lico estas dignidades; y por todo el mmido encontra–
mos obispos y prelados con el título de curas de Roma.
Segun el órden natural
y
divino, estos obispos car–
denales debie ran residir en sus parroquias, y llenar
las funcion es de curas; pero corno la misma 'ley di–
vina los obliga
á
residir en sus obispados, se han
puesto voluntariamente en la imposibilidad de cum–
plir con dos deberes incompatibles, cuya pugna han