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cios, .el ·rito moderno,- por. mas -solemne· que ·sea, no·
representa el tl'ibunal de la santa sede_,. . ni sign-ifica
por sí mi¡¡mo un juicio de la iglesia romana; y como
al cabo. siempre es el papa solo quien habla, sus de- –
·cretas no pueden llamarse de la santa sede, ni de-
. cirse pronunciados
ex cathed1·a.
Con semejante méto-
do se deja aislada la cátedra del obispo, y por
u~
abuso pueril de voces se cambia lo formal en lo ma-.
terial, y la cosa significada en · un simple signo de
ella, queriendo á merced de un lenguaje tan .v'icioso
hacer pasar por decretos de In sede apostólica unas
resoluciones par-ticulares de los papas.
'
§.VI.
Siempre será preciso violentar el buen sentido y
quebrantar el órden establecido por Jes1-.1cri'sto, con–
tra el cual no hay prescripcion, para decir que el
papa habla en nombre de su iglesia, e<uando habla
por sí solo y sin acuerdo de su clero: asi lo enten–
dieron constantemente uuestros mayore;:, que como
ya hemOii yiste, nunca trataban sin concilio los ne–
gocios de la iglesia. Pedro de Marca observa que
los papas con el
tra~curso
del tiempo han sustituiuo _
el colegio de cardenales
á
los concilios. Para for- _
marnos una idea justa de esta
sustitt~cion,
debernos
- considerar _qye la iglesia romana es aquel clero cé–
lebre y respetable, compuesto de cincuenta sacerdo–
tes, y de cat.orce diáconos, curas &c. de la ciudad de
Roma, llamados sacerdotes y diáconos cardinales, ó
principale::;, quienes, como ya he dicho, formaban el
coucilio·.ordinario del papa; y
á
este concilio en los
negocios árduos se reunían los curas del campo y
los seis obispos de la metrópoli, que llevaban el tí–
tulo de obispos cardinales. Es cosa muy sabida que
. el título de curas cardinales no era particular á la
· iglesia de Roma; pues que se daba, por lo menos en