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[ 237 ]
cuerita al papa, como ·á cabeza de la iglesia
y
pri–
"'!ero de todos los obi'spos ; deber recíproco, prove–
mente de la naturaleza de la cosa, del carácter del
episcopado, de la
id~
de la unidad,
y
de la esencia mís–
ma de la religion. Exígelo la naturaleza de la cosa,
porque tratándose, corno he dicho, de un bien comun
á toda. la sociedad interesa!Ja en 'conservarle ínte–
gramente, con razon debe ser advertida de los .esfuer–
zos
y
lazos que el hombre enemigo hace
y
tiende pa–
ra robársele. Requiérelo el carácter del episcopado,
porque es uno,
cwútspar-sinsolidu.ma.~ingulis
tenetu1·.
Asi que todas
las partes_en que sedivide el episco–
pado, tienen
in solidwm
los mismos deberes
y
dere–
chos,
y
concurren al inten3s comun;
y
por cuanto el
signo de la verdad está siempre anexo á la unidad,
es necesario establecer la conespondencia recípro–
ca de todas las iglesias cuando se trata de condenar . .
la heregíu. En fin, toda la religioñ de JesucristGl tiert–
de á formar en la universalidad de los fieles
t.insolo
corazon, una sola alma,
y
un solo espíritu;
y ningu–
na cosa recomiendan mas eficazmente las santas Es–
crituras, que esta unidad de afectos
y
sentimientos.
Tertuliano hace conocet· su importancia
y
valor de
una manera conveniente en muchos pasages de su
famoso analísis. Nada hay pue¡;, mas análogo al ca–
rácter de la religion cristiana, que las comunicacio..
n'es recíprocas entre el papa y los obispes cuando se
trata del depósito sagrado de la doctrina de Jesucris–
to. Asi se ven en la historia eclesiástica de todos los
siglos la solicitud de los pontífices romanos en avi:
sar á las ciernas iglesias de) rnun_do
á
la primera apa–
ricion del error, y el cuidado de los obispos de con–
sultar á la de Roma,
y
comt¡\nicarles todas las dispo–
siciones de sus síno.dos dirigi das á extirpar las nove–
dades suscitadas contra la fé. Inútil es citar ejemplos,
cuando ·todas las cartas de los papas á los obispos en
materia doctrinal, y las de los obispos ni papa, son