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mora
en los cielos, se reirá
de
ellos;
y
el Señor los
escarnecerá
(1) . .
Y lo que nos sorprende es que, mientras que
se toman inútiles precauciones contra la accion
sa.nti:ficadora ele la Iglesia,
y
se intenta enervar
sus leyes, conservadoras de la moral
y
del ór–
den de las sociedades, priv.ando á
est~s
de tan
preciosos bienes,
' y
haciendo
á
aquella una in–
juria tan gratuita como ofensiva; los mismos
príncipes d'e la tierra,
<i
quienes extravía;de un
modo t an lamentable el celo de sn autoridad,
haciéndolos confundir los límites ele una
y
otra
potestades , usurpar los derechos de la autori–
dad espiritual, negarle su apoyo,
y
aun perse·
guirla con tenacidad; estos mismos príncipes
dejan minar incautamente su trono por la libre
accion que permiten
á
sociedades tenebrosas,
á
sectas disolventes, en cuyo estandarte se vé es–
crito este lema amenazador: «guerra
á
muerte
))á toda autoridad; guerra al órden social; guer–
))ra
á
todo el que ponga trabas
á
la amplísima
))libertad externa, que apetecemos gozar siem–
>Jpre
y
á cualquier precio.)) Estas
aso~iaciones
• existen, estas sectas viven
y
pululan en medio
de las sociedades, que duermen mientras que
ellas maquinan; cerca de los príncipes, que
es~
tán ciegos mientras que ellas tienen los ojos
abiertos sobre sus faltas, sobre sus descuidos,
y
el brazo siempre levantado para hundirlos
en las ruinas ele sus tronos. Los hombres que
no miran sino la superficie ele las cosas,
y
es_tos
son el mayor número, niegan candorosamel).te
estos planes, rien de estos peligros,
y
condenan
(1) Psalmo 11 , v. 4.
'