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-88-

Estrañamos mucho de la sinceridad y buena

de Be–

lat·mino,

qu~

hubiese fijado su atencion en lo que era acci–

dental

á

los apóstoles, ó que h abláran muchas lenguas, hi–

cieran milagros, y escribieran libros canónicos, para clasifi–

ca r por ello la naturaleza d el poder eclesiástico en los após–

toles, y no reparase en lo que babia en tal poder de sustan–

cial pa ra el gobierno de la Iglesia, hasta el estremo de ne–

gar

á

los obispos la mínima parte de la autoridad, que ver–

Jaderarnente era apostólica- nutlam

habent pm·tem, verre

apostolicre aucto,·itatis.

E strañamos tambien, que

á

juicio

suyo, sea preciso para llamarse alguno

sztcesor,

que otro le

haya precedido,-como un Rei

á

otro Rey.

Los obispos tie–

nen la:' autoridad que tuvi eron los apó stoles, por ejemplo,

Timoteo y Tito la que tuvo San Pablo; como un hijo ha l'e–

cibido de su padre la naturaleza humana, sin que sea nece–

sario que le suceda, como un rei

á

otro rei, ó como el que

vive á quien ha muerto.

Si la sucesion hubiera de enten–

derse solamente en el sentido d e Belarmino, se ría necesario

que no hubiera

~as

de doce obispos, para suceder á igual

número de apóstoles.

P ero el buen sentido ele los cristia–

nos ha dado su verdadera inteligencia á esta palabra; reco–

nocido por sucesóres de apostales que ya no existen, á los

innumerables obispos, que existen en el orbe católico;

y

1·epetido con el Concilio tridentino-

los

obispos ltaJt sucedi–

do en el lugar- de los apóstoles.

1\'las que estrañeza causa la otra sentencia del Ca rd e–

nal, donde para llamar sucesores de los apóstoles á los obis–

pos, asegura, que "estos son, bajo del R. Pon tífice, lo que

fué ron aquellos baj o de

J.

C." N o es la primera vez, que

oímos

á

los curialistas tal lenguaje, ó poner á los obispos

respecto de su hermano el Papa, como á los apóstoles res–

pecto del Dios-hombre.

Proposiciones de esta clase no

necesitan rcfutacion; pero ellas han sido necesarias para sos–

tener, que los obispos no son propi,mente sucesores de los

apóstoles. Por lo demas, B elarmino supone y da por cier·

to lo que está en cuestion,

y

dej amos r efutado.

Pocas palabras seni-rán de prueba al derecho de los

obispos, y de contestacion

á

los a rg umentos en contrario.

Los obispos verdad era

y

propiamente son sucesores de los

apóstoles: luego verdad era

y

propiamente ocupan el lugar

ele estos, y tienen sn dignidad

y

antoriclad.

Si asi no fuera,