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Estrañamos mucho de la sinceridad y buena
fé
de Be–
lat·mino,
qu~
hubiese fijado su atencion en lo que era acci–
dental
á
los apóstoles, ó que h abláran muchas lenguas, hi–
cieran milagros, y escribieran libros canónicos, para clasifi–
ca r por ello la naturaleza d el poder eclesiástico en los após–
toles, y no reparase en lo que babia en tal poder de sustan–
cial pa ra el gobierno de la Iglesia, hasta el estremo de ne–
gar
á
los obispos la mínima parte de la autoridad, que ver–
Jaderarnente era apostólica- nutlam
habent pm·tem, verre
apostolicre aucto,·itatis.
E strañamos tambien, que
á
juicio
suyo, sea preciso para llamarse alguno
sztcesor,
que otro le
haya precedido,-como un Rei
á
otro Rey.
Los obispos tie–
nen la:' autoridad que tuvi eron los apó stoles, por ejemplo,
Timoteo y Tito la que tuvo San Pablo; como un hijo ha l'e–
cibido de su padre la naturaleza humana, sin que sea nece–
sario que le suceda, como un rei
á
otro rei, ó como el que
vive á quien ha muerto.
Si la sucesion hubiera de enten–
derse solamente en el sentido d e Belarmino, se ría necesario
que no hubiera
~as
de doce obispos, para suceder á igual
número de apóstoles.
P ero el buen sentido ele los cristia–
nos ha dado su verdadera inteligencia á esta palabra; reco–
nocido por sucesóres de apostales que ya no existen, á los
innumerables obispos, que existen en el orbe católico;
y
1·epetido con el Concilio tridentino-
los
obispos ltaJt sucedi–
do en el lugar- de los apóstoles.
1\'las que estrañeza causa la otra sentencia del Ca rd e–
nal, donde para llamar sucesores de los apóstoles á los obis–
pos, asegura, que "estos son, bajo del R. Pon tífice, lo que
fué ron aquellos baj o de
J.
C." N o es la primera vez, que
oímos
á
los curialistas tal lenguaje, ó poner á los obispos
respecto de su hermano el Papa, como á los apóstoles res–
pecto del Dios-hombre.
Proposiciones de esta clase no
necesitan rcfutacion; pero ellas han sido necesarias para sos–
tener, que los obispos no son propi,mente sucesores de los
apóstoles. Por lo demas, B elarmino supone y da por cier·
to lo que está en cuestion,
y
dej amos r efutado.
Pocas palabras seni-rán de prueba al derecho de los
obispos, y de contestacion
á
los a rg umentos en contrario.
Los obispos verdad era
y
propiamente son sucesores de los
apóstoles: luego verdad era
y
propiamente ocupan el lugar
ele estos, y tienen sn dignidad
y
antoriclad.
Si asi no fuera,