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versal fné comun
á
tod os los apóstoles, asígnese u na razon
dig na de l nombre para convencer, que fu é ord inario e n S an
Pedm, ó q ue este lo dejó
á
sus sucesores,
~·
fué extraordi–
nario en los <.lemas, por lo cua l no les q uedó
á
los suceso–
r es d e estos. ¿O la mision e1a ordina rin e n Pedro p or ser
primad o? Esta cabalmente es la cuestion, ó si el Pa pa por
ser primado es Obiepo universa l. ¿Será porque, co1.,0 dice
Bela rmin o, e l P apa no sucede
á
Pedro como A póstol, sino
como pas tor onlinario d e toda la Iglesia? Pero esto supone
ptra vez; y da p or r esue lta la cuesti on. A demas, por tener
á
S an P edro por ordinario d e toda la Ig lesia, se olvida el
tí tulo de ordin ario ú Obispo de una ciud ad, por donde se
co noce
á
su sucesor,
y
en consecuencia al primado: de suer–
te que, la Curia hace lo posible para qu e el R omano Pontí·
fi ce no sea sucesor de San Pedro.
S i arg uyeramos al Cardenal con sus propias doctrin as,
r ecorda ríamos que a lg una vez dij o, que " las propias razo–
nes que convencían que un A rzobispo debi a presidir
á
los
O bispos,
y
un Patriar ca
á
los A rzobispos, convencía n igual–
mente que un Sumo Pon tífi ce d ebía presid ir
á
los Patriar–
cas." P ues bien; las facul tad es de los A rzobispos
y
P a–
triar cas, por g ra nd es que h ayan sid o,
no
a lcanzaron
á
ej er–
cer jurisdiccion inmediata
en
las Iglesias de sus sufraga–
neos, ó hacer en ellas lo q ue sus obispos pro pi os. Luego,
sig uiend o e l espíritu
y
la r azo n de Bela r mino, por estensas
que sean las atribuciones d e l primado, no tiene d erec ho
á
ej ercer j urisdiccion inmediata
y
ordinaria en
las d ernas
I g lesias. Luego ser primado no import.a
ser O bispo uni –
ver sa l.
12.
Relacion ele lo ocw.,.iclo en el T,·identino,
á
p ,.opósíto
riel Obispado 1111Íversal.
Ha bía u n cánon preparado, en q ue al hablar de la auto–
ridad d el Romano Pontífice,
se
d ecía, q ue
recibió poder
para gobernar la Iglesia
uuiversal.
L a ú ltima palabra en–
contr ó grande oposicíon
en
los obispos
y
teó logos,
y
en los
embajadores de Francia,
y
sobre todo en e l Oflrdena l d e
Lorena, quien no dudó asegurar, q ue seria necedad per-
uad irse, que un ,solo Obispo de la Iglesia Ga li cana hubie–
se d e asenti r
iÍ
la sentencia que se proponía. P or eso, el