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Los que buscaron ejemplos en la Iglesia africana, debie–

¡·an recordar, que San Cipriano, en un Concilio de ochenta

y

cinco obispos, dijo terminantemente, que "ninguno has-.

ta entonces babia pretendLdo h acerse Obispo

el e

los Obis–

pos; palabras que el curialista Binio creyó dirijidas al Pa–

pa. N o era en la Iglesia africana donde debían rejistrarse

documentos en favor de los títulos- Obispo

ele

los Obis–

pos-Obispo universal. Distinguido como era en sus pre–

rogativas el Obispo de Cartago, primado del Africa, tenia

que moderarse en sus dictados,

y

no llamarse-Príncipe'd e

los Sacerdotes, ni aun S umo Sacerdote, sino-el Obispo d e

la primera silla. A l colocar Graciano en su decreto el cá–

non en que se hacia semejante prevencion, tuvo cuidado de

advertir este g ran amigo de la Curia Romana, que ni el

mismo Papa debia llamarse

universal-¡/nioe1'salis auteut

nec etiam Romanus Pontifex appeUet,.,·,

En la disertacion anterior dijimos, que el Papa San Gre–

gario -Magno le tuvo mu i á mal á un Pat1:iarca que se lla –

mase Obispo universal;

y

añadimos ahora, que r e probaba

con indignacion, ,que á é l mismo, aunque primado, se le

diera ese nombre. El Santo no procedía únicamente por

humildad, como se ha a legado para sostener tal título; por–

que la humildad

e~

dig na de otro nombre, cuando no se apo–

ya en el convencimiento de aquello que se dice. San Gre–

gario reprobaba ese dictado, porque quien lo tomase, des–

t>reciaria

á

sus hermanos;

y

se reputaría por Obispo úni–

co, con lo. que turbaba la paz de la Iglesia

y

desmentía la

gracia que Dios derramaba sobre todos; ó repitiendo las

-palabras del mismo a l Patriarca de A lejand ría, porque " si

me llamais Papa universal, negais p or eso mismo, que

vns tambien sois Papa." No olviden nuestros lectores, que

antiguamente los obispos eran llamados Papas.

7.

Nuevas razones contTa el Obispado u11ive1·sal del Ro–

mano Pontifice.

Si el Romano Pontífice pudiera hacer inmediatamenie

e n cada Iglesia lo que el Obispo de ella, babria en cada

I glesia dos obispos: impropiedad monstruosa, que en las

inten ciones de la Curia no puede desapa recer, sino qui–

tanao su nombre al Obispo particular, 6 lo que es lo mis-