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N o hai pues necesidad de que la autoridad del primado
sea autoridad episcopal, ó que el Papa ej erza jurisdiccion
inmediata y ordinaria en las Iglesias, para que pueda llamarse
autoridad
o1·dina•·ia
y
1miversat;
para que no fuera autori–
dad
ext·rmia
en ellas; para que los obispos tuvieran obispo,
y otras cavilosidades del P. Perrone, con el fin de proba¡;
su intento del obispado universal del Romano Pontífice.
¿Los ob ispos dejan de estar subordinados al primado, si
este no p uede llamarse Obispo de los Obispos? ¿Los P re–
fectos de los d epa rtamentos no están bajo de la inspeccion
del P residente d e la República, sin qu e este envidie, ni le
l1aga falta el dictado de Prefecto <;le los Prefectos? "El Pa–
p a es universal, en cúanto gobiernaó tiene laadministracion
general, sin ser parte inmediata de las Iglesias particulares,"
ha dicho el cardenal Jacobacio, irrecusable autoridad pa–
ra la Curia. S i buscamos ejemplo dentro de la Iglesia, los
PatriaTcas, los Exarcas y los lVIetropolitanos han apacen–
tado, rejido y gobemado el pueblo cristiano en sus respec–
tivos casos,
á
título de esas denominaciones especiales, sin
que haya sido necesario, que ejerciesen jurisdiccion inme–
cliata
y
episcopal en toda la provincia, ó en su exarcado
y
patriarcado. ¿Por qué pues ha de creerse ella necesaria res–
pecto del Romano Pontífice? ·
6. -
Anti¡:;uos testimonios cont•·a el Obispado univenwl del
Romano Pontfficé.
Tan lejos está d e que la antigüedad hubiese reconocido
el obispado universal del Romano Pontífice, que por
el
contrario nos p resta documentos, para avergonzar á los que
ufanos dicen, que segun el lenguaje comun de los cristianos,
el Papa fué llamado
Obispo de los Obispos.
Cuando Ee
leen en Tertuliano, ya montanista, estas palabras, es preci–
so no olvidar, que fueron escritas_irónicamente; de suerte
que si han de referirse al Romano Pontífice, será preciso
a ñadir, que no era llamado
Obispo de los Obispos,
sino pot·
ironía. Q uieren otros escritores, y entre ellos T illemont
y
1Ylansi, que Tertuliano no habló del Papa sino del Obispo
de Cartago, ú otro cualquiera,
á
quien le tuv.ieron
á
mal los
montanistas, que perdonase el adulterio á
los que hacian
penitencia.