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Has que le vienen del crímen perseguido y d"esacreditado
por su predicacion, para mantener en todo lo demas el
amor y respeto de los fieles, dej a ndo á los seculares, fuera
de los asuntos relijiosos, todos sin exce pcion, ó el cuidado
de que los muertos entien en
á
sus muertos, segun la sen–
tencia de J esucristo. E n fin , la nueva majistratura del Ro–
mano P ontífice,' que
á
mas de su Primado con plenitud de
potestad , y de ser R ei entre los R eyes, venia á constituirse
por un derecho público-árbitro supremo entre los gobier–
nos, haría descend er á los obispos mas de lo que están aho–
ra en presencia suya. P ero este nuevo desenso, esta abyec–
cion de los obispos no puede dej ar de ser perjudicial
á
las
iglesias, pues desfiguniria la ob ra de Jesucristo.
19.
¿Cuál es el estado p•·opio
y
conveniente de la Iglesia?
E l estado propio de la Iglesia es su estado primitivo,
ó
de un caracter privad o y ]?arti cular, que está mui lejos de
confundirse con el clandestino. L os asuntos de la concien–
cia son individuales, esencialmente individuales, y sus dere ·
ches incomunicables é indivisibles, y por eso mismo no pue–
den entrar en el depósito comun de la política, ni revestirse
de publicidad en el sentido que tratamos. Segun esto, las
fu nciones de los pastores tienen que acomodarse á la índo le
de la conciencia; y podemos y debemos decir cristianamen–
te, que el estado conveniente de la Iglesia,
e~
aquel en que
se le dej an libres sus medios de obrar, convenciendo y per–
suadiendo, sin pompa,ni estcrioridades. La virtud está en
oculto; no la hagamos salir de su santuario¡ y su benéfic o
infitJj o &e hace sentir, sin que aparezca la mano bienhecho–
ra que lo dispensa. Sean los obispos lo que fueron los após·
toles, y sea el Papa-Pedro, y nada mas que P edro.