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tes recibía del Emperador. lnocencio IV excomulgó

á

Con–

rado, hijú del Emperador Federico, por haber querido ser

soberano de Ná poles, y que1·ia el Papa, que por devolucion

pertenecía el reino

á

la Santa Sede, en virtud de las censu–

ras pronun ciadas contra Federico, y para soste nerse, levan–

tó tropas, que puso al mundo d el Cardenal de San E usta–

·c¡uio, pariente suyo. A lej and ro IV, Urbano IV, Martino

IV y Honorio l V siguieron las huell as ele su predecesor

Inocencio.

Abundan sucesos parecidos e n la historia de Italia. En

ella encontrarán los lectores las espediciones de César Bor–

ja, tan a llegado

á

la persona dei·Papa Alejandro VI; las d e

Julio II que entró por la brecha

á

la capital de la M iran-·

dula,

y

fo rmó liga con los

barbcwos

contra Venecia;

y

verán

otros sucesos nota:bles, clonde apa recen Papas ó sus Lega–

dos, como.capitanes

y

negociadores d iplomáticos;

y

no siem–

p re

)Ja~·u

procura r la paz.

16.

Razones cont·ra el se?l.o,-io tem710rctl de los Papas.

N o hai mas que abrir el Evangelio, para conocer que en

las miras de J esucristo no es tuvo el reino temporal, y que

a l contrario, reprobaba en sus discipulos la dominacion

y

fa usto que acompaña á los reyes de las jentes. Los apósto–

les, que conocían perfectamente las intenciones de J esucris–

to, predicaron el desapego de las cosas terrenas,

y

enseña–

ron, que quienes militaban en las banderas de Dios, no de–

bían mezcla1·se en los negocios secu láres. A hora bien: ¿el,

que ciñe corona, se halla en estado de predicar estas ver–

dades? ¿E l que os tenta en palacios rea l mag nificencia,

y

está rodeado de g uardias y de pompa mundana; tiene dere–

cho

y

razou para repetir con J esucristo- los

reyes de las

) entes dom inan con imperio, no así vosotros?

¿Quien de ofi–

cio tiene que pensar en diplomácia, y en ej ército, se hallará

capaz ele deci r con San Pablo-"el que se ha a listado en la

mi licia de D ios, no debe embarazarse en los negocios de l

siglo-yo no quiero sino

á

J esucri sto

y

á

este C rucificad o?

¿E l q ue ace pta

y

sostiene

á

todo trance el principado, pro–

cede

á

im itacion del Salvador, que se ocultó cuando el pue–

blo quería hacerle rei? Las esplicaciones de la Curia servi–

rán únícamente para aumentar el escándalo del amor

á

las

temporalidad es.