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Roma, no hai razon para negar, q ue por iguai derech o pue·

dan separarse, hnbiendo pa ra ello motivos g raves.

QQ.

¿Conviene que

se

lwp;rt la t•·aslacion?

C uandp las cosas

y

los aconteci mientos han llegado des–

pues de muchos siglos

á

un estado, en que fuera de los es·

tímulos reales, pres tan tambien estímulo

y

mui poderoso

las palabras, para sostener un sistema profundamente m-rai·

gado; es menester trabajar un cambio hasta de nomb•·es

y

cosas materiales, si se ·quiere emprender con fruto una re–

generacion. Las palabras

Iglesia •·omana,

que eh su prin–

cipio designaban el rebaño cri stiano de la Ciudad de Ro–

ma, han envuelto en el dia, por uifigencia de la Curia,

cua ndo se hace esplicacion, un sentido sinónimo el e! de

Ig.lesia universal,

y por otra diligencia mas chocante y pe–

lig rosa, se la quiere confu ndir con la Curia romana. Nos

parece pues conveniente, que se separe de !'a Sede de R o–

ma el primado de 1,. Igles ia universal, el centro

de

la uni–

dad católica;

y

entónces la trepidacion

y

el trabajo de la

Curia en buscar otro nombre, pudiera dar brío á las de–

mas iglesias, para que meditáran reformas saludables,

y

se

olvicláran de la Curia, para acordarse de la Iglesia con su

primado. N uestra observacion comprende el estado ac–

tual, en que el P apa es Príncipe en Roma;· pero ella ten·

drá mas fu er za, ó será l'!las aplicabl e en el caso de dejar de

serlo.

~3.

Y

¿á

dónde?

Acuérdese el P apa de los tiempos antig uos, y vue,lva al

punto de donde la Iglesia hubo pm•tido: ahí está

J erusa–

len.

Jerusalen es la palabra, en que están cifrados todos

los recuerdos 'de la vida

y

muerte de Jesucristo,

y

no en

relacion, sino en lugares visibles, y que hablan eiocuente–

mente desde Belen hasta el Calvario.

A hí se encuentran

los pasajes, donde se reunieron los apóstoles

y

predicaron

á su maestro,

y

ahí el sitio donde Pedro dijo al mendigo–

" no tengo plata ni oro que darte; pero te doi la sanidad;

levántate

y

camina." Recuerdos de esta clase serán de

contado elementos poderosos, para dar principio

á

una nue–

•ya era el cristianismo.

E n medio de J erusalen, de los