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~N.
Ojeada comparativa de la Ip;lesia antigua con ta pre–
sente.
Cerramos la historia, para ver con nuestros pr opios ojos
.lo que pasa eb nuestro siglo. El Uomaóo Pontífice nomina
á
los obispos, y desco noce el tlerccho de hacerlo, si no se
ha recibido de su autorizacion en Concordatos. E l institu–
ye
á
los obispos de todo el orbe católico, á quienes cspiJe
bulas, y autoriza especialmente
á
otros obispos p ara que
los consagren. Los obispos pu eden mé nos en sus Iglesias
<le lo que ántes hiciemn, y dirijell" frecuentes recursos á
R oma, para pedir dispensas y facultade>. Y a no se atre,·en
á llamar hermano al Papa, porque el Papa Gregorio IV de–
cia á los obispos de un reino, que eran contrarias estas dos
palabras-Papa y
!termano.
Posteriormente el Papa C le–
mente XT así se espresaba-"los obispos particu lares no tie–
nen que discutir los decretos ele la Si ll a Apostó lica, sin o
cump lirlos: no os hemos pedido consejo, ni aguard ado vues–
t ro par ecer , sino que os impusimos el deber de la obedien–
cia"-non rogasse su.ffra.gia, sed obedlentiam, i'l1junget·c.
Basta una simple mi:mda al Romano Pontífice y á los obis·
pos para notar la enol'me diferencia, que ántes no existia. A l
lado del Papa valen mas ahora presbiteros y d iáconos, q ue
Jos sucesores ele los Apóstoles.
~5.
Inconsiderado argumento de la
CuTÍCf
Romana.
No pudiendo negar los de la Curia la estupenda d iferen–
cia que se advierte entre la Iglesia antigua y la presente, pro·
curan sacar ventaja diciendo así-"Jesucristo .no ha podido
dejar indeterminada la fqrma del gobierno eclesiástico, ni
q ue ésta fuese variable; pues en ta l caso serí.a imperfecta la
obra de Dios. N o pudiendo tampoco decirse, que la Igle–
sia ha recibido la facu ltad de mud ar la naturaleza de este
g ob ierno, síguese lejítima y evidentemente, que ella no
consentirá jamá:;, y se opondrá victoriosamente
á
toda in–
novacion, gue pueda causar una mutacion sustancia l en la
fo,·ma primitiva de su gobierno; y que para saber cual es el
plan esencial instituirlo por Jesucristo, no es necesario acu–
d ir
á
la antigüedad, subiendo hasta los tiempos apostó licos
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