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-~3-

que reglá ran el ej er cicio de las fac ul tades, que é l mismo les

concediera. Negar

á

la lglesja este pode r, seria pr ivarl a d e

la a utorjdad necesaria para pon er ó rd en en la administra–

cion de los negocios eélesiásticos; ob ligarl a

á

que siguiera

siempre una misma disciplina, y tl esconociera el mé ri to im–

ponderable <l e las circunstanci as y la oportunidad : sería

pretender que fu esen in variables las reglas, por do nde se

di rij en personas y cosas q ue piden reformas salud ables; y

ti 1os que recibieron fa cultades d e J esucristo h ub ieran de

aplica rla's sin limitacion, contrapond rían su poder al pod er

d e la Iglesia. criatura principal de Jesucristo y frustra ndo

su es píri tu, .ejercerían con daño, ó por lo menos si n prove–

cho, unas facul tades que les fu e ron dadas p ara la edifica–

cion, y no para la destruccion. P ero ¿cua l es e n la Iglesia la

competente au toridad , que h aya de reglar el ej er cicio de es- ,

tas fa cultades? Lo dirémos

á

su tiempo: porque aun no h a

llegad o el de entrar en prolij a controversia con los curialis–

tas; bastando ah ora esta blecer los pri ncipios por medio d e

una sencill a y prudente observacion, buscar el orij en de las

cosas, y remontarse

tí.

una esfera en q ue no hai nubes.

Cuanto mas cerca nos hallamos de la ve rdad, menos hai que

decir.

·

~8.

Las Iglesias se bastaban en sus asuntos domesticas.

E n vista de lo espuesto, pod emos decir:- Los obisp os,

cad a cual en su r esp ectiva ciud ad, enseñaba n la d octrina

revelada p or J esucristo y predi cada por los a pós toles, admi–

nistraban los sacramentos y gober na ban con su presbiter io.

C uando ocurría n cuestiones a rd uas,

a

que no bastaba la a u–

tor id ad de un solo Ob ispo, se re1.1nia n los de la p r ovincia,

bajo la presid encia del metropoli tano,

y

deliberando resol–

vían y ponían té rmino. S i un Concilio provincial no e ra sufi–

ciente pa ra terminar las cuestiones, se reunían los metropo–

li ta nos con los oLisp os de much as provincias, bajo la presi–

dencia del Patriarca, y las resolvían y term inaba n. Si tal

Concilio no e ra poderoso de cortar el mal, se reunían

los

obispos ele tod o el orbe cristiano, y presidid os por .el Ro–

mano Pontífi ce, é imi tando la co nd ucta del co legio a postó –

. lico, examinaban los p untos co n suma ui ligcncia, y p ronun–

cia ban, como si d ijieran:-·'·asi h <1 pa recid o al Espíritu S an -.