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que reglá ran el ej er cicio de las fac ul tades, que é l mismo les
concediera. Negar
á
la lglesja este pode r, seria pr ivarl a d e
la a utorjdad necesaria para pon er ó rd en en la administra–
cion de los negocios eélesiásticos; ob ligarl a
á
que siguiera
siempre una misma disciplina, y tl esconociera el mé ri to im–
ponderable <l e las circunstanci as y la oportunidad : sería
pretender que fu esen in variables las reglas, por do nde se
di rij en personas y cosas q ue piden reformas salud ables; y
ti 1os que recibieron fa cultades d e J esucristo h ub ieran de
aplica rla's sin limitacion, contrapond rían su poder al pod er
d e la Iglesia. criatura principal de Jesucristo y frustra ndo
su es píri tu, .ejercerían con daño, ó por lo menos si n prove–
cho, unas facul tades que les fu e ron dadas p ara la edifica–
cion, y no para la destruccion. P ero ¿cua l es e n la Iglesia la
competente au toridad , que h aya de reglar el ej er cicio de es- ,
tas fa cultades? Lo dirémos
á
su tiempo: porque aun no h a
llegad o el de entrar en prolij a controversia con los curialis–
tas; bastando ah ora esta blecer los pri ncipios por medio d e
una sencill a y prudente observacion, buscar el orij en de las
cosas, y remontarse
tí.
una esfera en q ue no hai nubes.
Cuanto mas cerca nos hallamos de la ve rdad, menos hai que
decir.
·
~8.
Las Iglesias se bastaban en sus asuntos domesticas.
E n vista de lo espuesto, pod emos decir:- Los obisp os,
cad a cual en su r esp ectiva ciud ad, enseñaba n la d octrina
revelada p or J esucristo y predi cada por los a pós toles, admi–
nistraban los sacramentos y gober na ban con su presbiter io.
C uando ocurría n cuestiones a rd uas,
a
que no bastaba la a u–
tor id ad de un solo Ob ispo, se re1.1nia n los de la p r ovincia,
bajo la presid encia del metropoli tano,
y
deliberando resol–
vían y ponían té rmino. S i un Concilio provincial no e ra sufi–
ciente pa ra terminar las cuestiones, se reunían los metropo–
li ta nos con los oLisp os de much as provincias, bajo la presi–
dencia del Patriarca, y las resolvían y term inaba n. Si tal
Concilio no e ra poderoso de cortar el mal, se reunían
los
obispos ele tod o el orbe cristiano, y presidid os por .el Ro–
mano Pontífi ce, é imi tando la co nd ucta del co legio a postó –
. lico, examinaban los p untos co n suma ui ligcncia, y p ronun–
cia ban, como si d ijieran:-·'·asi h <1 pa recid o al Espíritu S an -.