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l O.
En el sig lo X V emp ezó
a
ducla~·se
ele ellas.
E n pacífica poscsion las decretales de Isidoro, han sido
menester para desacreditarlas mucha crítica
y
constante tra –
bajo, hasta llegar
á
la evidencia: porque la evid encia se ne·
cesitaba para desalojar
á
la impostura, sostenida por el
tiempo,
y
por los que tenían in teres en que el engaño no se
descubriera. E l primer documento que conserva la historia
contra las fa lsas dccreta les, es el del hereje Wiclef, qu e asi
decia-"las epístolas decretales son apócrifas; apartan de
la fé de Cristo,
y
son necios los clérigos que las estudian: "
el Concil io de Contancia condenó la proposicion. E l Car–
denal de Cusa el udó de las epístolas de Clemente
y
A naele· ·
to,
y
su ejemplo fué seguido de algunos pocos li teratos. En el
siglo XVI dudó tambien Erasmo
y
Antonio Conti. E l docto
Antonio Agustín ha escrito sobre el particular, aunque en
su epítome del derecho canónico hizo uso ele fal sas decreta·
les;
y
el Cardenal Belarmino no se atrevió á reconocerlas por
ciertas, sin e01bargo
de
hacerlas valer en varias ocasiones.
J
l.
Aun rlespues de descubim·ta lafalsedad de las dec>·eta–
les, c1wialistas las !tan difendido ?J alegado.
Los centuriadorcs de l\'Iagdeburgo escri-bieron contra la
autenticidad de las decratales de I sid oro;
y
los rebatió el
j esuita F rancisco To n es, co n el objeto, decia, de "oponerse
á
los hombres de impiedad ,
y
evitar el estrago que pudieran
hacer sus doctrinas." Torres fué segundado por Severi110
Binio, que ca lificó dichas epísto las de "esc,·itos consagra–
dos por su antigüedad,
y
por la rever encia de todo el mun·
do; llenos de todr, g ra ved ad,
y
doctrina
y
santidad; consig-
•nados por .el testimonio
y
uso de la posteridad en todos los
siglos,
y
compuestos en el lenguaje convenien te
á
los varo·
nes apostólicos." Se admiraba el erúdito jesuita Labbé de
<JUC
Torres
y
B inio hubiesen podido sostener,
y
no el,los so–
los, las epí stolas fabricadas por I sid oro, despues de la co·
piosa luz que se babia derramado para dar
á
conocer su fi1l·
sedad . E l calvin ista Blondel trató prolijamente de este pull–
to en su libro
intitnlado-Isidonts et 1'nn·ianus va;pula.utes.
E n muestra de lo arraigada que se h'allaba la costumbre
de ten er por jenuinas las mencionadas epístolas, los mismos