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toriJad fuera de la ele S. Pedro, ni era necesario; pues d e–
jaba la competente
y
suotancial para disponer, hacer
y
des–
hacer todo lo conven iente e n su r égimen
y
gob ierno; fue–
ra de otras frases que como las anteriores, demuestran, no
con1o quiera
la
monarquía, sjno monarquía
absoluta
en
1a
Iglesia cristiana.
l
Q.
Demuestrase ta absw·didad del Gobierno absoluto.
i
E sa sola .palabra refuerza nuestras p1·uebas contra la
pretendida monarquí11 del sucesor de S. Ped ro. E l autor
de la naturaleza no ha querid o dar poder absoluto, si no á
·los séres amabl es de quienes se sirvió para comu icarnos la
existencia,
y
para que esta recibiera forma en la educacion.
N o ob stante, ese poder tan bien gan;ntido no debía ser si-
...
no preca rio
y
de preparacion, para cesar alguna vez, cuan–
do el h ombre ya formado pudiese aparecer y fi gurar-en el
teatro d el mundo. Sea norabuena, q ue al hacerse esta no–
table
y
necesaria transicion, hayan de tenerse á la vista cir–
cunstancias d e diferente clase; pero de cualquie l' modo,
y
por varia que sea la forma
y
grado de enerjía que conven–
gan á un gob ierno, nunca jamas pod rá ,establecerse como
r egla fija y elevarse
á,
principio el
absolutismo,
ó dar se
po~·
garantía del bienestar de los ciudadanos-la fugaz
y
con –
tingente bondad de uno que otro d éspota, sin bases esta–
blecid as para proceder. Porque ni la opinion pública, ni la.
religion son suficiente freno á los déspotas malvados, que
se burlan de los hombres,
y
no creen en D ios.
Y, ¡qué se dirá de los déspotas que creen en Dios! En–
tónces la cuestion h a empeorado; porque en el nombre de
Dios se sostendrán pretensiones,
y
por Dios
y
en concien–
cia será n condenados los que las contradij esen. Pero entón–
ces tal absolutismo desmenti rá las in tenciones de Jesucris–
to,
y
será el absolutismo mas intol.erable, que sin grave inju–
¡·ia de la Religion cristiana n-o podrá reconocerse en los -
pastores puestos en la lglesia para gobemarla.
13.
Etpoder de los apóstoles lw pasado á sus suces01·es.
Abramos
<.~hora
la historia de
la
Iglesia,
y
dirán nuestros
lectoi'es, si ella justifica nuestras aserciones, ó las de la Cu-