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cilio ge neral, para darlas

á

tod a la Iglesia; mayormente,

cuando al consag rarse,_recibieron su autorid ad sin limita–

cion de tiempos ni lu ga res, aunque la I g lesia hubiese res–

t rinjido su ejer cicio

á

la parte de rebaño, que á cada uno le

h icie ra e nca rgo de a pacentar. Ahora bien: los P'Í rrocos tie–

nen cada cual el gobierno d e su panoqui a, bajo la direccion

y dependencia de su Obispo; y nada tiene de estraño, que

bajo la misma direccion y dependencia lo tengan e n sí nodo

para toda s las parroq uias, cuya suma es la diócesis. Cada

presbítero recibe en su ordenacion todas las 1>1cultacles que

corresponden a l car ácter d e su nombre, sin limitarse

á

suje–

tos y casos determin ados: tampoco pues será estraño, que

ponie ndo en uso estas facultad es a l lado de su Obispo en

sínodo, tenga parte en las constituciones que se b agan para

todas las pa rroquias. Y pues los ob ispos,

á

mas el e delibe-·

rar, lJI"estan

SI[Fojio

en los concilios provinciales y ecumé–

nicos, no hai razon para. nega rlo

á

los

p~trrocos

en sín odo

diocesano; donde son pastores d e segundo órd en, y

Pad,,es.

Quede para <lespues b uscar salid as, y hacer di stinciones

e.v postfacto,

como la de voto

decisivo

y voto

co11sultivo:

la hi storia las desmentirá.

9.

j}l[as eje111plos en apoyo del derecho de los Pánocos.

lclai una prueba sencilla y convincen te . del de1·echo de

los pá rrocos. Porque si ellos han deliberad<, y suscrito en

concil ios de obispos, no puede nega rseles sin inconsecuen–

cia é injusticia ig ual fu ncion en los sí nodQs diocesanos. Pa–

ra d ocumentar este punto histórico, un O bispo nos ahorra

el trabaj o de rejist:ra r vo lúmenes, pues él lo h a practi cad o

co n la mayo r prolijidad. Empieza por los libros del nuevo

testamento, y rec<) ITe las colecciones de los conci lios, pre–

sentando copiosos ejemplos en favor d e su propósito:

se

de tie ne e n la Iglesia de Roma, para manifes tar, que elln

supo conse rvar la imájcn de las costumbres, y de la forma

d e go bierno d e los siglos primi tivos: pasa e n seguid a

á

otra I g lesias, y una en pos de otra va numera ndo las actas,

dbncle consta, que presLíteros concurrieron

y

firmar on;

y

aca La dicie ndo, que sería chocante dis puta r

á

los presbíte–

ros lo que se les ha reconocido a un e n concili os ecumé nicos;

para lo que p rese nta d ocume ntos de los

ce leb r~gns

en