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to. Y ¿cuál se conforma mas con ese Santo E spíritu,

la

dis–

ci plina de ahora,

á

la de entonces en los pun tos referid os?·

¿C uáles obispos se parecen mas

á

los apóstoles, los d e ah o–

ra, ó los d e entonces?. Dígase con franq ueza, si los actua–

les obispos son respecto del Rornano :Pontí·fi ce lo que fue-

. ron los apósto les respecto de San Ped ro; y si este Santo

Apóstol habria tenido

á

mal, que los otros a.p6stoles le ll a–

masen

hennano,

como lo tuvo en el siglo IX el Papa G re–

gario IV, porque los obisp_os franceses no le daban siempre

el nombre d e Pad r<'>.

4•8.

La ele·vacion de los Ca·rdenales ltet humillado

á

los

Obispos.

De antemano hemos dicho, qu e en los siglos antiguos se

llamaban ca rdenales los beneficiados titulares de las Igle –

sias, es d ecir, sus respectivos obispos, sus p resbíteros

y

sus

d iáco nos. C uando posteri ormente los ca rde nales de la Igle–

sia Romana iban cl isting uienclose de una manera par ticu–

lar, no lo era con meng ua ele la jerarquía: los obispos q ue

se reunían en Roma se sentaban ant es ele los presbíteros

y

diaconos cardenales. Pero un conjunto de circunstancias,

y

e ntre ellas el uso de documentos apócrifos, ensalzaron de

tal modo á los cardenales, que por lleva1; este nombre, se

sobrepusieron los obispos cardenales

á

los obispos no car–

denales; y pu es por ca rdena les se hacia esta preferencia,

los presbíteros y di aconas car rl enales quedaron a ntes ele

los puros obispos: en e l siglo XIII se fijó inalterablemente

esta costumbre.

A l habla rse en el ceremonia l ele la Iglesia Romana de

la s reverencias que los ob ispos han de hacer

á

los carde-·

nales, refiere indignado el redactor, que alg unos

''eve,·endi–

simos Se1iores Cc,·denales

permitían que " los obispos les

h ab lasen de rod illas, y que al lavarse las manos en la mesa,

les alcanzasen la toalla para secarse." D urante las sesiones

del q uinto Concil io de Lctmn, se quejaro n mucho los obis–

pos de la conducta que con ellos tenían los cardenales, os–

t~n tando

una superi oridad intol erable. E l Papa Leon X

dió la razon á los obispos; pero se contentó con encargar

á

l os primeros, que no d iesen e n sus casas un nún isterio

vil .é

j.ndecoroso

á

los o bispos, sino que los tratasen eu ellas h on-