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50. ¿Con-viene admit it· Nuncios en nuest·ras Iglesias?'

Como nuestras disertaciones tienen por objeto principal

ii

las Iglesias de América, han de permitirnos nuestros lec–

tores, tratar como en episodio, la materia de Nuncio3

ó

Legados

pon~ificios.

S upuesto que reconocemos en el Ro–

mano Pontífice el derecho de enviar Legados, cuando los

haya menester para desempeiíar su oficio- de Primado;

¿será necesario y conveqiente que los envíe á nuestras Igle–

sias? E l mismo Romano Pon tífice nos ministra una pmeba

incontestable

a

favor de nuestro propósito.

Porque es in–

creíble, que en tres siglos que llevan de vida cristiana estas

I glesias, haya sido tan omiso y negligente en un punto vital

del réjimen eclesiástico, á ser necesario. N o basta alegar

el patronato concedido

á

los mon a rcas espaiíoles; pues el

t<jercicio

de ese mismo patronato sería un objeto mas ·para

aumentar ios,cargos del supremo atalaya, cargos <¡ue nadie

exajera tánto como la Cm·ia: los N uncíos residían en

l\'la–

drid cerca del trono. Por otra parte; nuestros obispos tie–

nen frecuentes relaciones con el Romano Pontífice, sin que

la Cmia lct haya inspirado el pensamiento de enviar N un·

cios

á

cad a una de nuestras secciones americanas.

JYlas prescindiendo de las consideraciones ante1·iores, re–

cordaremos el derecho de los gobiernos, para op_onerse

á

que tengan efecto ciertas disposiciones el e los pastores ecle–

siásticO's, cuando pe1'jndiquen á los inte reses de la N ncion,

y

de la Iglesia de que son protectores;

y

baremos mérito

del proe,ecler de Reyes

c~tólicos,

que extraííaron N uncios

despues de admitidos, pues su conducta los hacia perjudi–

ciales, como lO' practicaron en Espaiía Felipe 11, Felipe V

y

¡\un Fernando V II. Va le mas, diremos ·nosotros

á

los go ·

biernos americanos, prevenir los males, que correjirlos.

Valgan e11 apoyo de esta observacion las reflexiones si–

g uientes.

N o hai mas que abrir los ojos para no tar el curialismo de

nuestros.obispos y demas del clero, que cada dia se aumenta,

á proporcion de las medidas que dictan los gobiernos para

emprender

~eformas.

C<tda día, repetimos, apelando al jui–

cio de nuestros conciudadanos,

á

cuya vista pasan unos en

pos de otros los

hechos

de contradiccion

á

esas reformas, y<>