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ci<ts que reciben, como si c:¡.i·eciendo de ellás, no pudier:'ln
hacer lo que se les concede. Las llamadas
solitas
son un do–
c umento de lo que decimos;
y
es notable la precaucion de
Ja Curia, en que el Papa no conceda perpetuamente sin<D por
tiempo
á
los obispos ciertas fa cultades, que tienen el nom–
bre de
decenales.·
porque el objet? es h acerlos depender de
tal suerte del querer del Papa, que nada pueden, sino lo
que quiera este que puedan. ¿Quién negara racional
y
cris–
tianamente
á
los obispos el derecho, por no llamarla obliga–
cion, de predicar el evangelio en los paises infieles que se
l1allen vecinos á sus diócesis? Pues
h
Curia lo niega,
y
exije de los obispos, que pidan licencia al Papa, porgue Je–
sucristo dij.o
á
San
Ped ro-apacienta mis ove,jas.
Y ¿los
demas apóstoles
y
sus sucesores no recibieron de Jesuc.ris–
to el encargo de predicar el evangelio á toda criatura? Si t·–
va esta muestra, para calificar por ella, las pretensinnes de
Jos curialistas.
57.
Oblig acion de visita.· los Obispos al Papa.
.Nos -falta hablar de una humillacion particular que los
obispos sufren, desde
que.seles ha obligado,
á
que en pe–
periodos fijos se presenten en Roma
á
visitar al Papa,
y
darle cuenta del estado ele sus Iglesias. A leganse al caso,
pa ra j ustificar tal ordenamiento, costumbres antiguas,
y
se
cree que .dicha obligaciones una consecuencia del Primado.
Poco se necesita para conocer la pobrez;a de los motivos
en que se funda la obligacion d e visitar al Papa los obispos.
Si taJ obligacion fu era una consecuencia del Primado, ha–
brían faltado
á
ella los obispos, que por muchos siglos no
~ensaron
en cumplirla, lli en exijirl a los Papas, que no sien–
d o d ueí'ios .ele su dignidad, tampoco eran árbitros para de–
sentenderse ele una demostracion que se supone obligatoria,
por ser
consecuencia
del P l'imad c. Es fácil entender, que
. el J efe Supremo ,de' la Iglesia, así como los jefes supremos
de tos
Es~ados,
deban procurarse opo rtunas
y
aun frecuen–
tes relacio.nes .de los funcionarios subalternos, para estar al
couiente ele los negocios,
y
proveer conforme á sus atribu–
ciones, dentro del círculo e n que sean jefes supremos; mas
sería ocurrencia peregrina la de pretender, que vinieran
personalmente á darle cuenta d el estado el e sus d e partamen-