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tos, fuera d el h omenaje de respeto
y
obediencia que debían
prestarle. S i alguien hubiera de moYerse, sería el Jefe d el
Estado,
y
en nuestro caso d ebería el Romano Pontífice vi–
sitar todas las
Iglesias, como lo hacen
los obispos en sus
diócesis.
Por lo que hace á los documentos que acreditan, que era
a ntigua la costumbre d e que se trata, basta echa r la vista
á
tales documentos, para conocer q ue .se dirijian
á
otro propó–
sito: por ejemplo, cuando los Papas S. G regario
y
Zacarías
hablaban d el llamamiento d e los obispos d e S icilia, no era
con e l objeto d e visitarle
y
prestarle obediencia, sino para
celebra r Concilio en Roma, conforme
á
los cánones, pues
tales obispos pertenecían
á
.la provinci a eclesiástica de l Ro–
mano Po ntífice. E llo es que la vi sita , que so lo correspondía
á
los obispos que d eb ía n concurrir a l Sínodo provincia l, se
estend ió des pues, como obser va Vanes pen, á todos los me–
tropolitanos, por cuanto la ordenacion d e estos se trasladó
al Papa;
y
como posteriormente se trasladó tarnbien la con–
:finnacion
y
consagracion de los obispos, la ob ligacion de la
visita se hizo comun á todos. De suerte que un hecho pos–
terior, esp licado por acon tecimientos de índole estraña, se
ha pretendido convertía en muestra de un d erecho propio
d e l Primado del Romano
Pontífic~.
58.
Los obispos son culpables de las lwmillaciones que suj;·en.
'
Acabemos ob servando, que la menguada posicionen q ue
la C uria Romana ha pretend id o colocar
á
los obispos, no
podía llama rse irremediable, mi é ntras no llegase
á
cierto
punto: porque la humillacion no existe sino cuando se con–
sunla;
y
se con suma ún icamente cua ndo se acepta. Y, ¡qué
será de los que la solicitan
y
se g lorian en ella! Los obis pos
j
Ltran en
e l di
a
de
su consagracion "conservar,
defender,
au–
mentar
y
promover los d erechos, honores
y
pri,·ilegios
y
au–
to ridad de su Señor el Papa,
y
observat·
y
hacer obse rvar
sus reservas
y
mánda tos,
y
recibirlos con humild ad,
y
ejecu–
t;;n·los
con
dilíj encia ."
Djgan
los
an1ericanos, s i nuestros
obispos cumplen su juramento;
y
si e l Papa hallaría motivo
para reconvenidos.