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-125-

tos, fuera d el h omenaje de respeto

y

obediencia que debían

prestarle. S i alguien hubiera de moYerse, sería el Jefe d el

Estado,

y

en nuestro caso d ebería el Romano Pontífice vi–

sitar todas las

Iglesias, como lo hacen

los obispos en sus

diócesis.

Por lo que hace á los documentos que acreditan, que era

a ntigua la costumbre d e que se trata, basta echa r la vista

á

tales documentos, para conocer q ue .se dirijian

á

otro propó–

sito: por ejemplo, cuando los Papas S. G regario

y

Zacarías

hablaban d el llamamiento d e los obispos d e S icilia, no era

con e l objeto d e visitarle

y

prestarle obediencia, sino para

celebra r Concilio en Roma, conforme

á

los cánones, pues

tales obispos pertenecían

á

.la provinci a eclesiástica de l Ro–

mano Po ntífice. E llo es que la vi sita , que so lo correspondía

á

los obispos que d eb ía n concurrir a l Sínodo provincia l, se

estend ió des pues, como obser va Vanes pen, á todos los me–

tropolitanos, por cuanto la ordenacion d e estos se trasladó

al Papa;

y

como posteriormente se trasladó tarnbien la con–

:finnacion

y

consagracion de los obispos, la ob ligacion de la

visita se hizo comun á todos. De suerte que un hecho pos–

terior, esp licado por acon tecimientos de índole estraña, se

ha pretendido convertía en muestra de un d erecho propio

d e l Primado del Romano

Pontífic~.

58.

Los obispos son culpables de las lwmillaciones que suj;·en.

'

Acabemos ob servando, que la menguada posicionen q ue

la C uria Romana ha pretend id o colocar

á

los obispos, no

podía llama rse irremediable, mi é ntras no llegase

á

cierto

punto: porque la humillacion no existe sino cuando se con–

sunla;

y

se con suma ún icamente cua ndo se acepta. Y, ¡qué

será de los que la solicitan

y

se g lorian en ella! Los obis pos

j

Ltran en

e l di

a

de

su consagracion "conservar,

defender,

au–

mentar

y

promover los d erechos, honores

y

pri,·ilegios

y

au–

to ridad de su Señor el Papa,

y

observat·

y

hacer obse rvar

sus reservas

y

mánda tos,

y

recibirlos con humild ad,

y

ejecu–

t;;n·los

con

dilíj encia ."

Djgan

los

an1ericanos, s i nuestros

obispos cumplen su juramento;

y

si e l Papa hallaría motivo

para reconvenidos.