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IIabiéndose cambiado di1·crsos oficios entre el Señor

Secretario del Culto

y

el Metropoli tano, todos los cua–

les han visto la luz pública,

y

deben ser conocidos de

VE.,

y

viendo que, á pesar de las razones alegadas por

mi parte, se insistía en la suspcnsion, como si á todo

trance, y sin dar oídos

á

los argumentos en que funda·

ba mi derecho, se quisiera hacer prevalecer la voluntad

del Gobierno; procedí

á

ordenar que se llevara

á

efecto

la apertura del Jubileo el ·día 8 del mes próximo pasa–

do, como la babia dispuesto en mi Edicto mensionado.

Me contlrmó en esta determinacion un oficio del Señor

Secretario del Culto, su fecha 7 del pasado, en el que

se ·me conminal..a con

la

snspc:,nsion de temporalidades,

en caso deqne procedieseá hacer al dia siguiente la pu–

blicacion del Jubileo. Tan impropia é indecorosa con·

minacion no podía de ningun modo influir en mi ánimo

en el sentido que se propuso el Gobierno, sino que debía

causar, y en verdad causó, el efecto contrario. Si la ra–

zon

y

la justicia hubiesen estado de parte del Gobierno,

ni se habría tocado con ninguna dificultad, porque yo

no hubiera dado motivo para ella, como no lo he dado

en el largo tiempo que por misericordia de Dios ejerso

el episcopado en su Santa Iglesia. Y si por algun error

de concepto !Jubiese faltado

á

la ley, habría r etrocedido

en mi camino luego que se me !Jubiesc convencido de

mi error. Pero, abandonar sin razon los sacrosantos de–

rechos de la Iglesia; faltar

á

mi conciencia

y

á

mis ju–

ramentos, y envilecer el episcopado por intereses terre·

nales, precisamente cuando se acerca el

tiempo de dar

cuenta al Juez Supremo de los actos de mi larga

y

labo–

riosa carrera, !Jabria sido una acciou infame, eu que, sin

degradarme, no podía consentir. Sen ti mucho que el Go–

bierno de mi país hubiera cc!Jado mano de esa arma tan

desdorosa para él,

y

confiado en el Señor, que veía la