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rlcducirsc que la 1wóroga necesite de un nuc1-o

pase,

por–

que una vez que el Gobierno, por medio

d~l

cxequatw·,

dejó correr la Encíclica, no hay motiro para suspender–

la, pues si se vió que para

18135

no menoscababa las re–

galías de

la

Nacion, tampoco podl'ia menoscabarla en

18136.

Y el Gobierno en iguales circunstancias declaró, por

rcsolucion de 2 de Octubre de

1858,

no tener necesidad

de nuevo

pase

la Encíclica sobre la cual ya había recaí–

do el

exequatu1·

del Gobierno, como aparece del expe–

diente seguido en dicho año, para la publicacion y cje–

cucion del

J

ubi!eo Santo, concedido por

~

. S. Padre el

Señor Pio IX, en su Alocucion

Cum p1·imurn,

de 25 de

Setiembre de

1857.

Con esta ocasion me permitirá UB. recordar que en el

Jubileo de

1853,

concedido á todo el orbe católico por

las Letras apostólicas de

21

de Noviembre de

1851,

y

publicado en todas las Diócesis de la República, me vi

en la necesidad, como Obispo de Arequipa, de prorogar

el tiempo de los treinta dias perentorios de su concc–

sion, porque ellos no fueron bastantes para los fieles,

poi· la escasez de confesores. Y esta, sin duda, fué una

circunstancia mas grave, pol'q'Je P.l Jubileo ya se habia

publicado determinándolo solo para el mes de su dura–

cion. La próroga otorgada por el Obispo de Arequipa,

con la calidad de ocurrir

á

la Santa Sede para su apro–

bacion, se publicó solemnemente en

la

Diócesis,

y

los

fieles que durante el mes no habiau podido confesarse,

lo hicieron mientras los días de la próroga. Entonces no

se creyó necesario ocurrir al Gobierno para un nuevo

pase

de las Letras apostólicas de

21

de Noviembre de

1

51,

ni de la próroga de

1853;

y

la autoridad departa–

mental y el Gobierno mismo no hicieron la menor exi–

gencia en contra, ni la menor oposicion,