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En Esp<u'ía, en el último tercio del siglo pasado, la im–
prenta estaba sometida también á vigilante censura, lo
que no im pidió á las ideas re,·olucionarias que partían
de Francia, llegar hasta el trono, cerrar el paso á la ver–
dad
y
preparar las trabajosas agitaciones de que fué YÍc–
tima aq uella N ació n en el primer tercio del siglo actual."
( r) L a censura es arma de Gobiernos débiles
y
tirán icos,
y,
muy rara vez, la exigirá el bien público. Sólo la Igle–
sia, que es infalible, tiene derecho de censura prévia en
materias de fe ó de moral.
Para que la prensa llene su mi ión,
y
contribuya real
y
positivamente al verdadero progreso y bienestar socia–
les, es ab ol utamente indispensable que manifieste la
verdad,
y
cierre sus órganos al error,
y
aun cuando este
se deslice una que otra vez. que tal es la condición hu–
mana, nunca jamás debe emplear la mentira, que no es
lícita por ningún motivo,
y
mucho menos la calumnia.
D esgraciadamente, en la lucha de la verdad
y
el error
el partido no es igual: hay un gran número de individ uos
qu e prefieren,
y
con a rrlor, éste á aq uella.
Es también deber elemental de la pren,;a, señalar el
bien social.
y
procurar su realización constante
y
peren–
ne, defendiéndolo de los ataques de que pueda ser objeto.
Y
como en los actos de la vicia humana influye pode–
rosamente la imaginación, la prensa debe igualmente
propagar
y
difundir la buena
y
sana literatura, contribu–
yendo. así, á mejorar
y
dirigir el g u to estético del pue–
blo.
Ahora bien; teniendo en cuenta el modo como la pren–
sa cumple estos deberes,
y
el criterio con que procede,
es necesario distinguir la Prensa Católica de la no Ca–
tólica. r o es posible aceptar prensa indiferente, salvo
que se ocupe de satisfacer intereses d e carácter muy se–
cundario, y que, por tanto, no debe er tomada en cuenta.
L a Prensa Católica, inspirada en el Catolicismo,
y
si–
guiendo en todo la sublime doctrina que él enseña, no
hay cuestión en el terreno de la teoría, que no resuelva
ó pueda re olver del modo más conforme á la razón y á
la natu raleza de lo- seres.
En cuanto á los erdaderos intereses ociales é indivi-
(1) Balmes - " La ociedad".