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- Iü9-

cla de error, ya que no tenemos una Universidad Cató–

lica, como tienen otras naciones. Es además necesario,

fornen tar las industrias.

y

dirigir el sen ti miento estético

de la juventud, enseñándola

y

dándola á gustar la be–

llezas

y

sublimidad que encierran las obras de los genios

del Arte

cri~tiano.

Todos debemos contribuir, lo más

pronto posible, á que se llene tan imperioc;a necesidad.

Antes de concluir. sei'ialaré,

señor,~s.

rápidamente, los

principales errores que la prensa católica tiene forzosa–

mente que combatir. Prestadme, por un momento más,

vuestra atención .

III

La observación contínua del hombre, de la sociedad

y

de la Naturaleza e:1 general. en todas sus partes. bajo

todos sus aspectos

y

en todas sus relaciones es lo que ca–

racteriza la actividad del espíritu humano durante el si–

glo actual.

Las ciencias físico-químicas

y

naturales han con tribui –

do poderosamente con sus múltiples

y

útiles

inv~.ntos

al

engrandecimiento

y

bienestar de las naciones. El vapor,

el telégrafo

y

teléfono que acortan

y

aun su primen las

distancias; el fonógrafo que permite recoger

y

perpetuar

la voz humana; el admirable arte de Oaguerre que tanta

perfección ha alcanzado en el día,

y

con el cual se pue–

de sorprender la marcha rápida del tern ble rayo que sur–

ca las nubes; esa prepotente electricidad que hoy obede–

ce dócil los mandatos del hombre, recogiendo

y

conser–

vando sumisa la gran potencia viva de las cataratas del

Niágara, .para distribuir esa fuerza donde fuere menes–

ter,

y

producir por ella

ya

luz, ya calor, ya movimiento,

adaptándola, así,

á

las exigencias de la vida actual;

y

otros muchos

y

asombrosos descubrimientos de la cien–

cia contemporánea manifiestan, de un modo brillante, el

g ran progreso de nuestro siglo

y

el inmenso poder de la

energía intelectual. Empero, por lo que respecta á las

ciencias morales, hay mucho que lamentar:

y

el adelan–

to, si es que existe, está ámpliamente compensado por la

innumerable multitud de funestos errores

y

la marcadí–

sima tendencia á volver á las costumbres paganas. El

mundo moral no puede subsisti r sin orden;

y

éste es im–

posible donde no hay unidad ni concierto. Si la ciencia,

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