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se en la conciencia, lo que es ineludible;

o~ros,

ta mbién

la aceptan , fun dándose en qut"

PS

"el

poder absoluto por

el cual ha come nz<Jclo el clr<Jma U ni versal"!; y son Fichte,

Schelling,&. a lg un os a legan en su favor,-y es un buen

argumento, aunquf' indirecto,-la creencia y la concien–

cia del deber; por último, A. Comte, Stuart Mil!, Hebert

Spencer, Taine, Ribot. Fouillet.

& .. & ,

niegan la Liber–

tad en nombre de la Ciencia, y son deterministas. Fe–

lizmente, los a rgumentos aducidos en favor de esta opi–

nión, producen el mismo efecto que aq uellos encamina–

dos á demost:-ar la no ex istencia del movimiento :

á

na–

die convencen, ni pueden convencer.- No hay bien par–

ticu lar alg un o que pueda necesita r la acción de la Volun–

tad;

y

todos los bienes, excepto la propia felicidad

y

el

bien infinito, son

á

esa facultad, lo que las verdades pro–

bables ó hipotéticas a l Entendimiento, el cual, no está

oi.Jiigado á prestarl es ese firme acento que se llama cer–

teza. Así. la Voluntad, es libre para escoger entre bie–

nes que la lnteligP.ncia le presenta, como no absoluta–

mente indispensable para su felicidad.

Además de los errores que llevo ya indicados, la Pren–

sa Católi ca tiene que combatir todos los relativos á la

eternidad del Mundo, al ori gen del hombre y estado pri–

miti vo de la hum anidad, origen del mal y otros muchos

más, que sería innecesario enum erar.

Pero ante todo, hay que oponerse al Ateísmo y sus

funestas con ecuencias, entre las que descuella el Suici–

dio, tan frecue nte en este sig lo, y aún entre nosotros.

Los A teos, - "Epicuri de grege porcos",-si no creen,

no es por falta de credu lidad, pues su credo es este: "cre–

do omnia incredibilia." H ay que tener en cuenta, que la

primera causa de la impiedad no está en el entendimien–

to, sino en la voluntad. "Dixi t. insipiens in corde suo:

non est D eus'' (r) Q ue la segunda, es un trastorn o de la

rnón:

y

q ue á éstas se agrega n la lectura ele los malos

libros, y el Protestantismo . La vanidad de parecer sa–

bios,

y

el deseo de no tener freno en sus pasiones, ha n

causado un gran número de incré,dulos.

H ay que oponerse con todas sus fuerzas

á

que el es–

píritu de disipación

y

frivolidad cundan por toda la na-

(1) David -Salmos.