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puedan encontrarla los que la busquen con sinceridad

y

buena fe. De este modo, los P oderes Públicos, conocién–

dola, podrán llenar mejor sus deberes.

Los efectos que la imprenta ha producido en las cien–

cias, son incalculables: ya sea difundiendo los conoci–

mientos,

ó

facilitando su adquisición, aun á los menos

favorecidos por la fortuna, lo que antes hubiera sido im–

posible; ya h'lciendo má fácil el combate contra el error,

que es el mal de la intelige ncia.

La Prensa Católica conviene

qu~

tenga órganos, unos

que se den á luz todos los días, otros en un lapso de

tiempo más ó menos larg<J, pero siempre periódico. - La

primera, está

ll a mad::~.

á satisfacer las necesidades racio–

nal es de la localidad en que se edite. propagando al mis–

mo tiempo las ideas cri;;tianas, y defendié ndolas de los

ataqu<"s de la prensa contraria; debe abarcarlo todo sin

ser exclusiva: religión, ciencias, artes

y

literatura. ¿Se

ocupará de Política? Creemos que sí. Los católicos no

deben prescindir de todo aquello que e relacione con los

poderes públicos: pues las buenas autoridades. leyes ra–

cionales y prudente administración, son factores indis–

pensables del bien social.

La alabanza de las acertadas medidas administrativas,

es fácil; y tan sólo hay que evitar

el

nimio elogio, y la

adulación al César. No sucede lo propio cuando se tra–

te de apreciar leyes malas ó deficientes,

ó

decretos in–

consultes; entonces, mesuradamente, pero con firmeza

y

altura, hay que decir la verdad, y toda la verdad, sin

tener en cuenta las personas, y sin temor. Por lo de–

más, la Prensa Católica diaria, es de combate: cada día

tendrá que luchar contra los periódicos anticatólicos,

siempre arteros y calumniadores de la verdad,

y,

no po–

cas veces, contra la versatilidad, ligereza ó ignorancia

d e las hojas liberales. La lucha es magna y de todo mo–

mento; no todos pueden emprenderla y soportarla.

En cuanto á los otros órganos, de período más

ó

me–

nos largo, les corresponde ocuparse exclusivamente: ya

de Religión y asu ntos piadosos; ó de Ciencias

é

Indus–

trias; ó por último de LiLeratura y Bellas Artes. Mucho

sería de desear,

y

grandísimo bien produciría entre nos–

otros, la creación de esa clase de periódicos.- ecesita–

mos, hoy más que nunca, de un a ciencia sólida, sin mez-