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,

do al reves,

amor,)

ciudad á la cual el oráculo ha bía pro–

metido destinos eternos, y que hab ía tenido por padrino

al Dios M arte, por madrina á la Fortuna,

y

por g uar–

dián de sus fronteras al Dios L a nza ó Mavorte; mucho

an tes de que Rómulo existiese. había, en el sitio en que

hoy está el Vaticano,

(vatis cantus,

ó

canto del profeta

ó

vate,) una secular y verde encina, Ilex, que Plinio a un

vió, en la cual en

lengua etrusca, se leía una inscrip–

ción que prometía

á

ese sitio un a gloria eterna. (r) Pro–

fecía que se ha cumplido con una exactitud asombrosa.

Cuando la plenitud de los tiempos hubo llegado, aquel

que es señor del tiempo, y bondad infinita,

realizó esa

soberana comunicació n con la criatura que se llama En–

carnación, haciendo que, en el seno de una Virgen, el

Verbo de Dios, un a almay un cuerpo humanos, no fue–

sen sino una sola y divi na persC;na. Con tan sublime mis–

terio, " manifestó D10s, simultáneamente su bondad, su

sabiduría, su justi cia

y

su omn ipotencia sin límite."

(2)

¿Y quién era esa Virgen? E l glorioso evangelista San

Lucas nos refiere, cor. una naturalidad

y

sencillez inimi–

tables, que el "Angr· l Gabriel, enviado por Dios, saludó

á un a virgen llamada María, en la ci uda d de

azanctt,

con aquella asombrosa salutación que todo cristiano se

complace en repetir: "Ave gracia ple na : Dominus tecum :

benedicta

tu

in mulieribus."

E l pueblo hebreo.

y

con él todas las nacio nes, espera–

ban la venida del R edentor, pero, nacido de un a virgen.

María es la única criatura de quien se ha ocupado el

Mundo, a ntes de qu e apareciese en él: es el "asunto de

los siglos": "negotium seculorum." (3)

Los profetas han hablado de ella; pero la preconiza–

ción de María asciende muy anteriormente á ellos, á

Abraham, á los patria rcas; se remonta hasta el paraíso:

" lnimicitias ponam ínter te et Mulierem ........ et ipsa con–

teret caput tuum."

(

4) D esde e nton ces,

todo amigo de

la a ntigua serpiente, odia á María, y se opone tenazmen–

te á su culto; pues puede decirse, con Augusto Nicolás,

(1) Mirville-Des esprits.

(2)

Damas Fid. ort.

(3) S. Bernardo.

(4) Génesis.