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confusión habida frecuentemente entre el Dios espíritu,
y
el hombre, semi-dios, su medium ó instrumento.
La Providencia escogió un pueblo, el hebreo, para que
conservase el conocimiento del verdadero Dios
y
del cul–
to que le es debido-Moisés, inspirado por la Divinidad,
fué su primer historiador
y
legislador. -En e e pueblo
había de aparecer el Redentor del lVIundo, prometido á
Adán
y
esperado de todas las naciones; pero, antes, Dios
había
(~nviado
esa serie grandiosa de los profetas, para
que, además de amonestar á los israelitas cuando se apar–
taban de
];1.
ley, anunciasen todo Jo relativo á la venida
del Mesías.
Debe saberse que, todas las naciones han aprovechado
de las verdades contenidas en los libros del pueblo he–
breo;
y
que los sabios de la antigüedad, han conocido el
Génesis,
y
los libros de los Profetas. adulterando, no po–
cas veces, pasajes de la Sagrada Escritura que no en–
tendbn.
Aristóbulo, judío,
y
1
umf'nio. célebre pitagórico
y
platónico. dicen: ''que Pytágoras
y
Platón habían pues–
to en griego lo que encontraron en los libros de Moisés,
libros que habían sido traducidos aún antes de Alejan–
dro y del imperio de los P ersas''. Pero
á
este respecto te–
nemos un testimonio incontestable, el del lib . r de los
i\Iacabeos, cap. 3:
"Expanderwzt libros legz's, de quibus
scrutabantur gentes, similitud/nem simttlacrorum suorum".
Mas, no solamente los profetas del pueblo de Dios ha–
bían anunciado al l[esías, también entre los paganos se
encontraban vaticinios que se referían al mismo aconte–
cimiento, tales como los consignados en los libros Sibi–
linos, que se guardaban en Roma, y
á
los que se refieren
Cicerón
y
Yirgilio. Este último dice:" e toca al último
siglo, en que acaban estas predicciones, de pués del cual
se verá renacer y renovarse enteramente todo el niver–
so; el principio de un siglo de oro será el fruto de una
virgen; y un hombre nuevo
y
una raza nueva de hom–
bres deben descender de los cielos; borrará las manchas
de nu estro
crirr.eny purgará la Tierra; tendrá una vida
divina; hará gozar
á
los hombres de bien de la sociedad
de los Dioses,
y
gobernará el
niverso en una paz per–
fecta."
Y ya que nos referimos
á
Roma, (la
jiterza,
ó leyen-