-
15i-
de inocencia
y
justicia original, que no du ró mucho tiem–
po. Conocéis, señores, la tragedia de l Eden,
y
no nece–
sito record:uos us tristes
y
fun estas consecuencias.
Mas, el pecado, si bien debi litó
y
ofuscó la inteligen–
cia d e nuestro primer padre, no le hizo perder la cien–
cia que tu viera antes de su
caíd;~;
y
que ha debido tras–
mitir
á
aquellos de sus descendientes que
á
su vez, iban
á ser padres, sacerd otes
y
jefes d e sus respectivas fa mi–
lias. L as ciencias
y
artes prin cipia 1on e ntonces. La hu–
man idad llegó á un estado de perfección
y
adelanto del
cual no quedó sin o el recuerdo ;
y
Salomón, el sabio ele
los sabios, lamentaba la pérdida de la antigua sabiduría.
El Diluvio trastornó, por completo, la superficie de la
Tierra;
y
esto solo basta para explicar los datos positi–
vos adqui ridos por la Geología
y
la Paleontología de
nuestro tiempo; p ero,
á
condición d e acepta r el hecho
ta l como lo refiere la Biblia, es decir, que fué total, y
que todo el género humano pereció, á excepción de los
que se salvaron en el Arca.
Es po r demás inútil supon er la existencia de hombres
anteriores á Adán. llamados preadamitas; ni tampoco se
debe acep ta r la interprelación de aquellos que, apartán–
dose de la tradición, y por pura condescendencia con la
Ciencia moderna, pretenden conciliarlo todo, negando
la totalidad
y
uni versalidad del Diluvio.
L a escritura se in ventó en esa época: por la necesidad
de la comunicación á d istancia; por la aspi ración de ha–
cer lo mismo con las generaciones venideras; como igual–
mente para a uxiliar la m emoria, conservando Jos cono–
cimientos ya adquiridos.
y
que podían muy bien olvi–
darse.
El historiador J osefo refiere que antes del Diluvio, los
patriarcas Matusalén, Enoch
y
Noé, escribieron en dos
columnas lo más diO"nO de ser conservado, sobre todo la
historia de los primeros tiempos,
y
que Moisés, tuvo co–
nocimiento de ellas.
D espués de la confusión de las lenguas en la llanura
de Sen naar, los descendien tes de
oé se esparcieron
por la superficie de toda la Tierra, y, á partir de enton–
ces, e posible,
y
esto e n limitadas regiones, que haya
habido algo parecido
á
lo que nos cuenta la Ciencia An·
tropológica, de las edades de piedra, bronce, etc., etc.