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DE U CONTRIC[Ol'(.

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te tomare la muerte

y

te confesares bien , seguro irás, porque hi–

ciste penitencia en tiempo que podias pecar. De; la otra manera no

dejas tú los pecados, sino ellos te J cjan

á

tí (1 ): No tardes de con–

vertirte

á

Dios, ni lo dilates de dia en dia, porque vendrá sobre tí

de repente su ira. Prepárate

(2),

que no sabes

qué hora vendrá

el hijo del hombre. Está Jesucristo llamando

á

tu puerta, para usar

contigo de misericordia,

y

te haces sordo. ¿No ves que es descor–

tesía? ¿Tiene Dios el arco flechado para herirte

dt

muerte por las

ofensas que le has hecho, y te estás rehacio en su presencia, come–

tiendo otras mayores? ¿No ves que es temeridad? ¿Has ofendido á

tu Rey, que te tiene condenado á quemar, y desea que le pidas

perdon para dártelo, y'no lo harás? ¿No ves que es locura? ¿Nada

de ·esto te mueve? ¿No ves que es insensibilidad? Oye lo que le

pasó en nuestros días á otro como tú: En Urugcc, ciudad insigne

de Jos Estados de Flandes, cierto religioso <le 11ucst ra compañía,

descoso de Ja salvacion de un hombre noble, amigo suyo, divertido

en vicio sensual, le <lccia á menudo algo de lo que yo aquí te digo

á

tí, y respondíale lo mismo que tú á mí. Dióle el mal de la muer–

te, y envió

á

llamar al Padre, que lo di spuso, y confesó como para

morir, lo mejor que pudo

y

supo, y recibió el Santísimo Sacra–

mento por viático, con mucha devocio11 y grandes mu estra s de

contriciou, y aquella noche murió. Súpolo el PaJre,

y

á

~ otro

dia

temprano salió á decir misa por su alma,

y

comenzando

el

Introito

vió al lado de la Epístola una horrible vision ardiendo en vivas lla–

mas, que conjurada le dijo: Yo soy la miserable alma de aquel

desdi chado que confesas tes anoche, que por juicio de Dios soy con–

denada para siempre. ¿Pues cómo (dijo el Padre), no le confesasles

bien? sí:

¿

drjasle algun pecado <le vergüenza? uo: ¿tuviste ven.la–

dera contricion? sí. Pues cómo te condenaste?

¡

Ay

de mi! estaba

yo tan mal habituada, y flaca con la larga costumbre de pecar,

que

ya

se babia trocado en otra naturaleza; y luego que me drjaste

y te fuiste se me ofreció una vivísima reprcscntacion de las torpezas

que te confesé'

y

al punto me dejé llevar de ella con deleite vol

u~-

(i)

Ecclcs.

5.-(~)

l\Jatth. 24. Psalrn. 5'.J.