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TRATADO PRIMERO

de Ahsalon, instante la vida de los primeros hombres del mundo,

y

pobreza la riqueza de todos los reyes de la tierra. Todo lo dicho,

y

cuanto se puede imaginar de prosperitlad , contento y felicidad,

es como nada en comparacion del menor gratlo de gloria que Dios

dá á sus escogidos (1), pues ni ojos vieron, ni oírlos oyeron, ni co·

razon humano acertó á desear los bienes que este Señor tiene pre–

parados en el cielo parn los que le aman; donde

hay

suma y cierta

srguridad _, segura tranquilidad, tranquila suavidad, suave felici–

dad, felicísima bienaveuturanza, y bienaventurada vision y ala–

banza de la divina Majestad. Pues si tales bienes y tan grande glo·

ria promete Dios

á

quien lo amare, ¿quién será tan ciego que no

ponga su amot· en Dios? Dadme gracia, bien mio , para quC' yo os

ame cuanto Vos quereis y yo debo: de manera que Vos solo seais

mi blanco, mi fin, todo mi cuidado y regalo. En Vos medite de

dia, en Vos sueñe de noche, y no haya para mí cosa en el cielo,

ni en la tirna, que se compare con vuestro amor; y que todo lo

demas, ni me llene, ni me sosiegue. ¡Oh quién se hubiera emplea–

do todo en amaros

y

en serviros ! ¡Oh quién nunca os hubiera ofen–

dido mortalmente! ¡Oh quién no hubiera pecado contra tal Dios,

á

quien se debe todo amor y respeto! Ocúpese, Dios mio, mi me–

moria en contemplaros, mi entendimiento en conoceros, mi volun–

tad en amaros, y mi lengna en bendeciros, por ser quien sois; por·

que me amásteis, me hicisteis , me cri:ísteis , me redimisteis, me

perdonásteis,

y

habiéndome librado del infierno, me prometeis la

hermosura de vuestra gleria, <loride Jo menos que allí hay, escede

sin duda infinitamente á totlo lo que en este mundo parece hermo–

so, dulce, alegre y amable; porque lo que se pisa es oro, la yer–

ba esmeraldas, los

arrqy~q~los

diamantes, la fruta rubíes ., lo que se

vé es Dios, lo que se,igoia es eterno. ¡Oh Dios mio! si fuera me–

nester padecer todos los dias de mi vida cuantos tormentos se han

padecido en el mundo ,

y

por largo tiempo Jos que se padecen en

el mismo infierno, todo era poco,

á

trueque de satisfacer por mis

graves pecados, y gozar para siempre de Vos en vuestra gloria.

(i) 1. Cor. 2.