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TRATADO PRIMERO
"
testigo.
¡
Qué de veces has pecado,
y
cuán -pocas te has compun-
gido de veras! ¿Qué de años has abierto las venenosas postemas de
tus culpas con la lanceta de la coníesion,
y
dentro te has dejado
solap:ida la podre
y
corrnpcion?
¡
Oh lo que te ha sufrido Dios,
con aquella su piedad
y
n1iseríconlia infinita , que está sobrepuesta
sobre todas sus obras, como aceite sobre los demás licores!
¡
Oh lo
que te ha esperado ! ¡Oh qué de palabras le has dado
y
ninguna le
has cumplido!
Y
disimula Dios,
y
te espera,
y
te dá salud
y
vi–
da,
y
te ruega con la paz
y
con su amistad;
y
tú Lerco en tu du–
reza, qne
ni
bastan
in~piraciones
del Espil'itu Santo, ni llamien–
tos de Jesucristo, ni voces de predicadores, ni consejos de amigos,
ni libros de santos para reducirte, ni amenazas para ablandarte, ni
castigos para convertirte, ni beneficios para obligarte, ni avisos pa–
ra divertirte de tus torpezas que tan sin recato cometes
y
tan sin
empacho publicas, de tus temerarios juicios coíl que juzgas hasta
las intenciones,
y
echas á mal lo que tiene apariencia de bien;
y
de tus insolentes temeridades, con que sin temor de Dios ni ver–
güenza de las gentes emprendes animoso, lo que te llama
á
fines
desdichados. ¡Oh si volvieras en tí, lrnrmano mio,
y
echáras de ver
tus tinieblas!
-Y
para eso rnégote cuan encarecidamente puedo, que
hagas lo siguiente. Examina bien qué vicios son los que te traen
perdido, enagenado Je
tu
buen juicio
y
en desgracia de
tu
Dios,
de ordinario suelen proce1le1· de algun amor desordenado
y
vehe–
mente, de honras, de riquezas
ó
de deleites ilícitos (que estas son
las fu entes de to Jos los pecados, la ponzoña
y
veneno con que se
pierde la vida eterna, los <lespefiatfcros del infierno, las re<les con
que el demonio pesca las aima's, máquinas con que conquista al
munJo),
y
puesto JelauLe de un Cristo crúcificado, torna la pluma
y
escribe las causas tic tu desasosiego
y
distraccion,
y
las razones
ó
sin razones que para ello tienes,
y
<lespues de escritas léelas
una
y
otra vez, de manera
q1rn
t1i
oig~s
lo que lees ,
y
leido, habla
contigo mismo,
y
dí te: N. estos son los grillos que Le tir.nen preso
en la mazmorra
y
dura esclavitud del pecaJo : estas las causas de
estar en desgracia de tu Dios,
y
á
rirsgo de condenarte para siem–
pre.
¿Qué fruto
h~s
sacado de lo
que
ahora te avergüenza?
Nin-