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DE U. CON'fRICION.
6!í
guardarte y defon<lerte, y pi<le
á
Dios con entraliable afecto no dé
lugar á su justicia, que tome luego rie tí la dehida venganza. Cesa,
pues, de ofender
á
Dios,
y
llégate
á
él por medio de la penitencia,
y
lo hallarás favorable y propicio para perdonarte; porque no deseas tú
tanto el perdon como dártelo él,
y
para eso te espera, porque no
te pierdas. Confiesa tus pecados (dice San Agustin)
y
confiesa tam–
Lien la gracia
y
merced que Dios te ha hecho eu esperarte. Acúsate
á
tí,
y
glorifícale
á
él, reprémlete
ü
ti,
y
alábale
á
él: aborrécete
á
tí, ámale
á
él, para qt'ie cuau1lo venga te halle arrepentido y confe–
sado, y te
dr
muestnis de que es tu Salvador, y si no quieres con–
fesar lo que no puedes encubrir ni negar, le condenanís callando
y
riendo, puJiéndotc salvar confesando y gimiendo tus pecados.
Y pues te he dicho de parte de Dios lo que él me mandó decirte
para jnstiü.car su cansa, concluyo con lo que concluyó Moisés el
capítulo treinta del Deuteronomio. llago testigos
á
los cielos
y
á
la
tierra, á los ángeles
y
á
los hombres,
y
á todos pido por fé
y
tes–
tirno11io, como te he propuesto la vida
y
la muerte , la bendicion
y
la maldicion, la fealdad de tu estatlo, la grave1lad de tus culpas,
la terribilidad de las penas, y la severidad Je la divina justicia, la
infiuidaJ Je su clemencia y amor, para que si habiendo oído su
voz se queda todavia tu corazou endurecido,
110
puedas alegar es–
cusa, ni dar descargo de tu malicia delante del tribunal divino, para
el cual desde luego te cito y emplazo para que parezcas el Jia gran–
de de su ira en presencia <le los á11gcles y dcmo11ios y
tlc
todos los
<lescemlicnLes de Adan, a11Le el Diviuo Juez, Jonde toJos estare–
mos
á
juicio, y te se
h:u:i
el cargo; y ac11 saJo de la rebeldía,
y
co11venci<lo, se agrave tu comleuaciou, y sea la sentcucia mas ri–
guros:i.
En estando el alma movida con estos motivos
y
consideraciones
á
aborrecer el pecado y
á
:.imar
ü
Dios sobre toLlas las cosas, harüs
un acto de contriciou eu
Ja
forma que ahora diremos.