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TllA.TA.DOPRIMERO
bien suelen ser mas sabrosas que las agenas, las que
á
cada uno
le dicta su devocion
ó
el Espíritu Santo.
CAPITULO XVU.
ORACIONES JACULATORIAS PARA PEDlll EL AiUOR DE DIOS.
•
Dios mio, Vos me criásteis para que os amál'a, haced que con–
siga el fin parn que soy criado.
¡Oh
qué atrevido soy , pues pido tan grnnde amor
!
Y
o os
pi–
diera , Señor, cosa proporcionada con mi bajeza, si Vos no me
mandáredes que os amára. Criásteisme para que os amára, man–
dáisme que os ame, yo lo deseo: Dios mio, ¿quién soy yo para
que me mandeis que os ame? ¿Qué soy yo para
V
os sino calami–
dad, tormentos, afrenta y cruz? ¿Qué sois Vos para mi, Dios mio,
sino salud , descanso y todo mi bien?
Si Vos, siendo yo quien soy, me amais, ¿cómo no os amo yo
á
V
os, siendo quien sois?
Se1'ío1· mio, yo merezco amaros; Vos sí mereceis ser amado so–
hl'e todas las cosas.
Amor mio, de quien todos los amores justos proceden, ¿cómo
no me muero por
V
os? ¿Cómo no os amo mas que á mí?
¡Oh
bondad infinita
¡
principio y fin de todo nuestro bien,
¿
co–
mo
no me abraso en vuestro amor, pues tal bondad sola merece ser
amada de todos?
Htrmosura de mi alma, de quien toda hermosura sale, ¿cómo
no me enamoro de Vos? la hermosura lleva tras sí los corazones,
ojos
y
almas de todos.
'
Si no os amo , mi Dios, por lo que hay en Vos, ¿por qué no
os quiero entrañablemente por lo que os debo?
Si el hijo ama
á
su padre, ¿cómo no amo yo á tal Padre? Si
la esposa ama á su esposo, ¿cómo no amo yo al esposo de mi al–
ma? Si los miembros aman
á
su cabeza, y los efectos sus causas,
¿cómo no me muero
poi·
tí,
que eres mi criador_,
nn
conserva–
dor
y
la causa de todo mi bien?