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TRATADO PRIMERO
cia ( l),
y
dáraosle por nuestro Redentor;
y
en cuanto es contra Dios
humanado~
es mayor tu pecado que el de los ángeles malos, porque
él le crucifica, le pisa, le huella. ¡Oh grave y enorme oíensa, que
pide tan grave
é
infinita recompensa
! ¡
Oh raro
y
costoso remedio
que cuesta sangre y vida de Dios! ¿Quién se atreve
á
·cometer un
pecado mortal que á Jesucristo le costó tan caro? Aborrece, ¡oh
alma mia
!
el pecado , como lo aborreció san Anselmo , de quien se
cuenta en su vida que solía decir:
ce
Si yo viera visiblemente poi·
una parte la gravedad y ho rror de un pecado mortal,
y
por otra
parte el infierno
ab~erto,
y por fuerza hubiera de escoger una de
dos, ó
p~cat·
mortalmente,
ó
·penar eternamente, primero elegiria el
infierno que el pecado,
y
quisiera mas sin culpa grave padecer etet·–
na pena en el infierno, que con ella reinar para siempre en el cielo.>>
Aborrece, pues, el _pecado que tantos daños te hace y tanto des–
agrada
á
Dios, en cuya presencia has cometido tantos, provocán–
dole con ellos á enojo , asco y vómito
(2)
,
porque sus ojos son tan
limpios, que no pueden sin asco mirar la culpa , y su corazon tan
puro (5), que le hace tlar arcarlas la maldad; llora con grandísimo
<lolor y sentimiento la pérdida de joya tan escelente y preciosa co–
mo es la divina gracia; porque si mueren de pena los que pierden
la gracia del rey, ¿que dehes tú hacer habiendo perdido la de Dios,
sin cnyo concurso no
pnede~
ver, ni oir, ni hablar , ni menear pie
ui mano, ni querer, ni pensar, ni en tender, ni hacer otra alguna
accion? Y cuando pecas, te ayudas de su omnipotencia para olen–
derle. Procura un sentimiento tan grancle, que tengas ódio y enfa–
do de tu mala vida, miedo y pavor de volver otra vez al pecado,
tristeza suma Je haber·ca ido en él
y
agonía para alcanzar la gracia
de Dios. Teme los misrrables efectos de la culpa por set· contraria
á
Dios: Teme (4) dice san Bernardo, teme, alma mia, el rostro
del Juez,
á
q11i1m temen las potestades tlel cielo; teme la ira del
Omnipotente, la faz de su furor, el estruendo y ruido d-cl mundo
que ha de perecer, el fu ego que le ha de abrasar, la voz del Ar–
cangcl,
y
la palabra asperísima de la sentencia final; teme los
(1)
A.d Heb. 5.-
(2) A.bacuc. '2.-(3) Apoc . 3.
-(4)
Seno. 16. in Cant.