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~0

TRATADO

PRIMERO

cuantidad,

y

mas si es Je cualiJad,

y

sobre todo de su propia vo–

JuntaJ, mostrnndo tenérnosla grande. ta mercerl que Cristo nos hi–

zo fue grande en cuantidad, díganlo mas de 5400 azotes, setenta

.

juncos marinos, las angustias

y

agonbs Jcl Huerto, los falsos tes-

timonios, bofetadas

y

befas del Pretorio, una cruz tan pesada,

unos clavos t::m gruesos

y

agu<los, una lanza tan crncl. Pues si se

mira la cualiJad del beneficio, es 1le infinito valor cada pena de e.s–

tas,

y

cada gota de sangre q11e derramó por su libre voluntad,

y

que por el grande amor que nos tiene suíriera tormeutos mayores.

La fábrica del universo, con cuanto hay en él, no le costó trabajo

á

Dios, pues con solo querer y mandarlo vió resplandece r su omni–

potencia en el cielo, u.orado con el sol, platea1lo con la lnna

y

es–

maltado con las estrellas; vió campear su misericordia en la tierra,

vestida de librea J e varios colores, poblada de olorosas flores , lle–

na de diversos árboles, abundante de copiosas frutas regadas de

fuentes y caudalosos ríos. Para totlas estas liu<lezas

y

otras mu–

chas, no fue rn cuester fatigarse Dios; con dos dedos lo hizo todo,

y

al hombre tamhicn, cnya carne (Jice Tertuliano) amó como cosa

pot· tantos títulos suya, como obra de sus manos

(1),

como la rei–

na de todas rns obras, como la vaina de su divino aliento, como

traza tlf:'.' slr-\.tigenio, como heredera de su liberalidad,

y

al fin, co–

ñ10

béiniana de la divina nnturaleza, eu la persona de su Hijo,

á

quien para redi mir al hombre todo le <lió pena

y

alliccion, pnra

mostrar en esto que echaba el resto tle su brazo fuerte (Sl), de

SLl

gran poder

y

encendida cari11ad. Su amor le trajo Jel ciclo

á

la tier–

ra, le unió co n la natural eza humana,

y

en el primer instante de

su conccpcion, en qne con verdad poJia ser adorado pot· Dios y

Hombre venlatl ero, aprendió todos los trabnjos, penas , dolores,

desamparos; aflicciones , tormentos

y

muerte J e crnz, que por los

pecadores habia de pasar, tan vivamente, como si todo

lo estu–

viera ya padeciendo. Porr¡uc corno Cristo nuestro Seuor es la saLi–

<luría J e su Eterno PaJre, nada se le pudo escou<ler,

y

asi~

acep–

tando en ar1uel instante cuauto su Padre le mandase , ofreció muy

(1)

Ps.

8.

n.

'i.-(2) Luc.

1.

51.