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cada de enemigos fué teatro de indescriptibles
horrores : las matanzas continuas, el hambre
y
finalmente Ja pestt: hicieron millares de victi–
mas ; una madre se vi ó obligada
á
comer
á
su
tierno hijo ;
y
bien pronto las casas se convir–
tieron en tumbas para encerrar multitud de ca–
dáveres. Ni aun qued ó á los desgraciados "el re–
curso de la fuga, porque habiendose esparcido
en el campamento romano la voz de que los
ju–
díos fugitivos se tragaban el oro que teni:in, los
soldados les abrian el vientre.
Y
sin embargo de
tantas calamidancs los obstinados judios perma–
necieron sordos á las benéficas propuestas que
les hizo Tito para que se rindiesen.
Destruccion de Jex•u§ alenl. -
Final–
mente el general romano, cansado de tantos
horrores, dió la señal de asalto. Los
ju
dios se
defendieron con el valor de la desesperacion :
cada calle
fué
un campo de batalla, cada casa
una fortaleza. Tito había ordenado que se res–
petase el templo ; pero un soldado, en el entu–
siasmo del combate, arrojó por una de las ven–
tanas un madero inflamado
y
bien pronto el
edificio fué consumido por las llamas. Jeru sa–
lem fué tomada
y
destruida hasta sus cimientos;
un million cien mil judios murieron durante el
sitio, cien mil fueron vendidos como esclavos,
y
fué tan grande el botiu, que el valor del oro
bajó por mitnd en Siria. Así se cumplieron las
palabras del Salvador el año
70
de la era vul–
gar.
'
Fin de la Nacion Judía
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Sesenta
y
cinco años despues de la ruina de Jerusalem,