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po; pero mas tarde fueron abandonados por to–
dos los fieles que desengañados se reconciliaron
con S. Cornelio.
llle ll.eciano s -
En Egipto, Melecio, obispo
de Licopolis, provocó tambien
un
cisma, decla–
randose Metropolitano contra Pedro de Alejan–
dría que hnbia sido
el
elegido
y
que le censura–
ba su obstinacion
en
negarse
á
recibir en el seno
de Ja Iglesia á los prevaricadores arrepentidos.
Dis puta soiu•e eil.
bautis :m.o-Dcsde el
siglo segundo, á consecuencia del bautismo que
conferinn los .Montanistns, se suscitó en In Iglesia
la cnestion sobre la validez de este sacramento
administrado por los herejes. Algunas Iglesias
de Oriente, principalmente las de Asia Menor
y
Africa, lo rechaznron como ineficaz; mientras
que en Occidente, principalmente en la Iglesia
rornana, era admitido, limitandosc á imponer
las manos
á
los bautizados por los herejes, que
volvinn
á
la Iglesia Católica. Estas costumbres
opuestas se observaron pacíficamente por algun
tiempo; pero habiendo condenado San Cipria–
no, en varios Concilios reunidos en Cnrlago,
todo bautismo adminislrado fuera de In Igle:;ia
Católica, el Papa San Eslevan reprobó la rcso–
Jucion de los Concil.ios
y
la
doctrina de San Ci–
prinno;
y
aun amenazó con la excomunion
á
los
que renovaran el bautismo. Esta resolucion agrió
los ánimg.s; y la controversia seguida con calor
amennznba
á,
la Iglesia co
n un cisma inminente,
cuando la mu erte de -San Eslev.an
y
San Cipria–
no, principales nutores de la disputa, vino
á
c::d–
mar la efcnescencia de los partidos. Posterior-